Mi respuesta a Juan A. G. Borrero en CINE CUBANO. La Pupila Insomne.
Querido Juan Antonio:
Para empezar, debo aclarar que cuando
hable de ICAIC, no me estaré refiriendo a la cinematografía nacional. Son dos
cosas que hoy, ya es indispensable considerar separadas y esto es lo que tenía en
cuenta cuando escribía a Kiki (Enrique Álvarez, cineasta) y mencionaba lo que
llamo “el cuerpo cinematográfico nacional” que es distinto ya hoy y por suerte,
del ICAIC.
También decir que no considero esto una
polémica, pues veo que todos los que hemos escrito sobre este tema, estamos en
la misma intención, los mismos deseos y el mismo respeto por lo que ha sido y
es aún hoy, el ICAIC y los que lo
crearon. Así que sólo hago un modesto aporte.
Ya lo sabemos, Juan Antonio, la historia es “in-desmentible” (e
in-detenible, ¡albricias!) y el motor para su movimiento son los trabajos y esfuerzos, las obras, que
quedan con sus aciertos y errores y son el testimonio de nuestro paso por la
tierra. Así, el ICAIC, que como dije (y me cito) “nació hermoso, como hermoso
fue el fenómeno cultural (mayor) que le dio vida”, se creó a sí mismo y alcanzó
alto nombre y brillo nacional e internacionalmente y fue lo más parecido a una
industria de cine que pudiera aspirarse. No había entonces, salvo México y
Argentina, otras cinematografías tan bien sustentadas. Concuerdo contigo, no
puede haber detractor que niegue esa verdad. Incluso, no creo que hubiera
detractores para el ICAIC de sus inicios. ¿Cómo negarse a aquella maravilla?
Basta ver las producciones de esos años, el entusiasmo de sus pioneros, las
búsquedas en lo estético y conceptual. Los ríos de tinta vertidos dentro y
fuera del país por estudiosos de
aquel “fenómeno” de la cultura cubana; la diversidad temática de las
obras; ¡la crítica cinematográfica
de aquellos años! y algo que desapareció primero LA POLÉMICA.
¿cómo y quién la ahogó?
Recuerdo que cuando llegué al ICAIC, la
gente se lamentaba de que ya no se hacían los cine- debates del quinto piso. Me
contaban que la salita del quinto piso se abarrotaba y los debates los dirigían
Alfredo o Julio y a veces hasta se aparecía Fidel y se sentaba en el suelo a
ver las películas y a discutirlas con los presentes. Tal vez no sea vano anotar
que Fidel, por entonces tenía treinta y cinco años y Alfredo tal vez treinta y
siete y los demás andaban por esas edades y hasta más jóvenes.
Cuando entré al ICAIC –no tan tarde, en el año 75- ya eso era historia
añorada. Se hablaba también de las polémicas en los diarios entre Alfredo y
Blas Roca. Yo no viví esas polémicas, ni las de Jesús Días con el Indio Naborí,
ni Lunes de Revolución, ni otras tantas cosas. Ya en el año 75, - marco el 75,
porque fue el momento en que me inicié realmente en la vida cinematográfica
- se añoraban muchas cosas
desaparecidas. Cosas, que a mi juicio, eran las que fomentaban que hubiera lo
que he llamado el cuerpo cinematográfico del país (películas, crítica,
polémica, escuela) como el de aquellos años iniciales.
Entonces, el deber, no sólo de la historiografía, sino de todos
nosotros, es indagar, preguntar por aquello y por los motivos de su
desaparición. Benditas las preguntas de Kiki entonces. La opinión actual debe hurgar en los
escritos y las memorias de las gentes que vivieron esos años. No con afán de
criticar malignamente, ni para desacreditar, sino para valorar cuánto se hizo y
para preparar el suelo, roturar bien y dejar sustrato mullido y con sincera
nutriente, el camino de los que llegan después.
Me explico un poco más: dices que “los
problemas que hoy en día acosan al cine producido por el ICAIC no resultan
responsabilidad del ICAIC como tal, sino del orden de cosas que han configurado
a la sociedad cubana en la misma cantidad de años que tiene el Instituto.” Eso
está en la esencia de lo que yo le decía a Kiki en mi respuesta. Comentaba yo
que el ICAIC, como institución del
Estado, fue hecho a imagen y semejanza de él y se ha trasformado, tal como
aquel lo ha hecho. Y claro que las críticas “de fondo” como dices, no son para el ICAIC, pues, si la realidad del Estado fue cambiando y
con ello, el estilo de dirección, así cambió el organismo. Lo revolucionario,
anti protocolar, joven, espontáneo, se volvió conservador, rígido, protocolar,
cerrado y así se fue volviendo el ICAIC con los años.
La sociedad cubana – que no está sólo
dentro de los límites
territoriales de la nación- sigue
planteando, gritando sus
problemas. La sociedad cubana actual, repartida por el mundo, está
marcada por tantas cosas vividas en estos cincuenta años, es más compleja, más
rica que la de los años sesenta y
anteriores. La infinidad de problemas que se mueven en la calle hoy, necesitan
un cine que los abarque, que los atienda y los exponga y todo parece indicar
que no es el ICAIC, tal como “es” hoy, el que tiene condiciones para hacerlo.
Los problemas de una sociedad que quería
ser nueva, fueron aumentando del año 59 a esta fecha. No sólo Cuba, el mundo se hizo más variado y complejo. Para
expresar eso, se requiere una estructura, un cuerpo cinematográfico ágil y que
se mueva al ritmo de la realidad que hay afuera. Lamentablemente eso no lo
ofreció el ICAIC, no lo ofreció el Estado Cubano en el devenir de los años.
Creo que los dirigentes –aquellos jóvenes alegres y sin planchar – envejecieron
y con sus años se fueron cansando y con ellos, anquilosaron las estructuras.
¿Se desmeritan los fundadores por esto?
¿Es su culpa? En lo absoluto. Su
obra está ahí. Lo logrado, la obra hecha es inmensa. Existe, como decía arriba,
esa obra, testimoniando su esfuerzo y su amor por años. Por eso decía también
que si la forma de dirigir el país hubiese sido distinta, el ICAIC y muchos
otros organismos habrían sido diferentes también.
Tengo que volver sobre mis palabras
entonces y pido disculpas por ello. Cuando dije que el ICAIC “ha jugado su
papel”, puedo agregar que ha jugado SU GRAN PAPEL, le pertenece un mérito único
que lo coloca en el Olimpo, también sus creadores, que no dudo, han sufrido y
sangrado tratando de hacerlo sobrevivir en sus glorias. Quería decir entonces
que es necesario cambiarlo tal como lo conocemos, adaptarlo a los nuevos
tiempos – que por cierto, van signados también por las nuevas tecnologías- Pienso, y tal vez algunos se espanten,
que el ICAIC ya no tiene que ser el
“rector de la política cinematográfica del país”, porque ya no puede -por suerte- dirigir, controlar, fiscalizar cuanto se produce.
Para completar mi elogio por aquellos que
en muchos casos hasta sacrificaron su obra para atender los problemas de un
ICAIC abarcador de tantas cosas, pues nada podía escapar, nada podía alejarse
del tronco único: política creativa, guiones, producción, exhibición, crítica,
pensamiento, construcción de salas, arte de afiches, almacenes y un largo etc.) debo mencionar la Muestra de Nuevos Realizadores, como
una gran cosa, un gran esfuerzo de
los ejecutivos por adaptarse a los nuevos tiempos. A pesar de las duras
amarras, a pesar de la fuerte fiscalización externa, los ejecutivos del ICAIC
han creado un espacio para la creación independiente. Un gran intento llamaría
yo, de “modernización” o flexibilización. Al punto que películas y realizadores
cubanos de fuera de la isla han estado presente con sus obras.
Pero no basta.
Como el estado no financia al cine como
lo hacía al principio y totalmente y
como dices, así era en la mayoría de los países europeos donde nació el
cine de autor, esquema que felizmente se replicó en Cuba, es necesario entonces
soltar amarras, es necesario entender que ya existe fuera del ICAIC un “cuerpo
cinematográfico nacional” que tiene obra, crítica, escuela que no controla ni
fiscaliza cosas que han facilitado las nuevas tecnologías. Cuerpo donde si
“conviven con naturalidad”
Memorias del subdesarrollo con Memorias del desarrollo, Lejanía con Cercanía, o
Azúcar amargo con Boleto al paraíso. Porque no hay ley, ni disposición ni
sistema que determine eso. La
generación nueva no repara en distancias, por eso decía que curiosamente la
adultez está hoy en los más jóvenes. Curiosa similitud con la generación del
59. Y ahora me doy cuenta que sí
existe un punto en el que voy a discrepar contigo. Dices que “ni tú ni yo como
individuos podemos hacer algo para que ello se haga realidad”. Pienso que lo
estamos haciendo y también todos los que nos expresamos advirtiendo,
recordando, reclamando y algo más, haciendo cine, crítica, historia, moviendo
en fin, el pensamiento.
Con tus preguntas, me das las respuestas
a este dilema, cuando dices “¿resulta anacrónica una institución de este tipo?
¿Podría el ICAIC contribuir a que toda esa producción audiovisual producida por
cubanos, estén donde estén, alcance visibilidad, dialoguen de manera diáfana
con su público natural, y obtengan el estatus final que se merecen en una
competencia tan limpia como intensa?”.
Lo he venido diciendo hasta ahora y desde
que comencé a dialogar con Kiki. El ICAIC, no tiene que desaparecer, de ningún
modo. Una institución con tanto
nombre e historia no iene que
desaparecer, pero tal como está, no puede vivir. Debe soltar amarras, simplificarse, volcarse más a aquello
que había abandonado: LA PRODUCCIÓN DE PELÍCULAS, volver a ser joven, fresco,
de pocas oficinas y pocas puertas cerradas como al inicio, sin planchar y sobre
todo, dejar que las ramas vuelen lejos del tronco, dejar que las raíces lleguen
a otra tierras incluso fuera del territorio nacional, regar semillas en lugar
de disecarlas. Como bien dices: “rescatar el espíritu aglutinante del
principio”
En fin, dejar de ser bonsái.
Pero ahora, yo hago a mi vez unas
preguntas que viene desde mi escrito anterior: ¿Puede permitirse esto el
sistema imperante en el país? ¿Puede un estado controlador en lo ideológico,
permitir que un organismo suyo se transforme de tal manera? ¿Cómo se resolverá
el dilema de un cuerpo cinematográfico que crece cada vez más al margen de ese
control?
Son muchas las cosas que deberán cambiar
para resolver estos dilemas, incluidos
asuntos de orden económico y monetario, políticas migratorias y de
prensa y fíjate hasta dónde he tenido que llegar. Necesitaremos el hilo de
Ariadna.
Estas preguntas me llevan, querido Juan
Antonio, al convencimiento del inicio, al principio del fin, sólo de un
momento, pues la historia es indetenible, como el cine cubano.
Mario Crespo
Caracas, enero 2012
Mario he seguido la polémica en el blog de Juan, interesante y bien dosificada.
ResponderEliminarSería bueno que más icaiceños (¿es así?) se sumaran.
Un abrazo
Gilberto.