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lunes, 16 de enero de 2012


Mi respuesta a Juan A. G. Borrero en CINE CUBANO. La Pupila Insomne.



Querido Juan Antonio:
Para empezar, debo aclarar que cuando hable de ICAIC, no me estaré refiriendo a la cinematografía nacional. Son dos cosas que hoy, ya es indispensable considerar separadas y esto es lo que tenía en cuenta cuando escribía a Kiki (Enrique Álvarez, cineasta) y mencionaba lo que llamo “el cuerpo cinematográfico nacional” que es distinto ya hoy y por suerte, del ICAIC.
También decir que no considero esto una polémica, pues veo que todos los que hemos escrito sobre este tema, estamos en la misma intención, los mismos deseos y el mismo respeto por lo que ha sido y es aún hoy, el ICAIC  y los que lo crearon. Así que sólo hago un modesto aporte.
Ya lo sabemos, Juan Antonio,  la historia es “in-desmentible” (e in-detenible, ¡albricias!) y el motor para su movimiento son los  trabajos y esfuerzos, las obras, que quedan con sus aciertos y errores y son el testimonio de nuestro paso por la tierra. Así, el ICAIC, que como dije (y me cito) “nació hermoso, como hermoso fue el fenómeno cultural (mayor) que le dio vida”, se creó a sí mismo y alcanzó alto nombre y brillo nacional e internacionalmente y fue lo más parecido a una industria de cine que pudiera aspirarse. No había entonces, salvo México y Argentina, otras cinematografías tan bien sustentadas. Concuerdo contigo, no puede haber detractor que niegue esa verdad. Incluso, no creo que hubiera detractores para el ICAIC de sus inicios. ¿Cómo negarse a aquella maravilla? Basta ver las producciones de esos años, el entusiasmo de sus pioneros, las búsquedas en lo estético y conceptual. Los ríos de tinta vertidos dentro y fuera del país  por estudiosos de aquel “fenómeno” de la cultura cubana; la diversidad temática de las obras;  ¡la crítica cinematográfica de aquellos años! y algo que desapareció primero  LA POLÉMICA.  ¿cómo y quién la ahogó?
Recuerdo que cuando llegué al ICAIC, la gente se lamentaba de que ya no se hacían los cine- debates del quinto piso. Me contaban que la salita del quinto piso se abarrotaba y los debates los dirigían Alfredo o Julio y a veces hasta se aparecía Fidel y se sentaba en el suelo a ver las películas y a discutirlas con los presentes. Tal vez no sea vano anotar que Fidel, por entonces tenía treinta y cinco años y Alfredo tal vez treinta y siete y los demás andaban por esas edades y hasta más jóvenes.
Cuando entré  al ICAIC –no tan tarde, en el año 75- ya eso era historia añorada. Se hablaba también de las polémicas en los diarios entre Alfredo y Blas Roca. Yo no viví esas polémicas, ni las de Jesús Días con el Indio Naborí, ni Lunes de Revolución, ni otras tantas cosas. Ya en el año 75, - marco el 75, porque fue el momento en que me inicié realmente en la vida cinematográfica -  se añoraban muchas cosas desaparecidas. Cosas, que a mi juicio, eran las que fomentaban que hubiera lo que he llamado el cuerpo cinematográfico del país (películas, crítica, polémica, escuela) como el de aquellos años iniciales.
Entonces, el deber, no sólo  de la historiografía, sino de todos nosotros, es indagar, preguntar por aquello y por los motivos de su desaparición. Benditas las preguntas de Kiki entonces.  La opinión actual debe hurgar en los escritos y las memorias de las gentes que vivieron esos años. No con afán de criticar malignamente, ni para desacreditar, sino para valorar cuánto se hizo y para preparar el suelo, roturar bien y dejar sustrato mullido y con sincera nutriente, el camino de los que llegan después.
Me explico un poco más: dices que “los problemas que hoy en día acosan al cine producido por el ICAIC no resultan responsabilidad del ICAIC como tal, sino del orden de cosas que han configurado a la sociedad cubana en la misma cantidad de años que tiene el Instituto.” Eso está en la esencia de lo que yo le decía a Kiki en mi respuesta. Comentaba yo que  el ICAIC, como institución del Estado, fue hecho a imagen y semejanza de él y se ha trasformado, tal como aquel lo ha hecho. Y claro que las críticas “de fondo” como dices,  no son para el ICAIC, pues, si  la realidad del Estado fue cambiando y con ello, el estilo de dirección, así cambió el organismo. Lo revolucionario, anti protocolar, joven, espontáneo, se volvió conservador, rígido, protocolar, cerrado y así se fue volviendo el ICAIC con los años.
La sociedad cubana – que no está sólo dentro de  los límites territoriales de la nación-  sigue planteando, gritando sus  problemas. La sociedad cubana actual, repartida por el mundo, está marcada por tantas cosas vividas en estos cincuenta años, es más compleja, más rica  que la de los años sesenta y anteriores. La infinidad de problemas que se mueven en la calle hoy, necesitan un cine que los abarque, que los atienda y los exponga y todo parece indicar que no es el ICAIC, tal como “es” hoy, el que tiene  condiciones para hacerlo.
Los problemas de una sociedad que quería ser nueva, fueron aumentando del año 59 a esta fecha.  No sólo Cuba, el mundo se hizo más variado y complejo. Para expresar eso, se requiere una estructura, un cuerpo cinematográfico ágil y que se mueva al ritmo de la realidad que hay afuera. Lamentablemente eso no lo ofreció el ICAIC, no lo ofreció el Estado Cubano en el devenir de los años. Creo que los dirigentes –aquellos jóvenes alegres y sin planchar – envejecieron y con sus años se fueron cansando y con ellos, anquilosaron las estructuras.
¿Se desmeritan los fundadores por esto? ¿Es su culpa?  En lo absoluto. Su obra está ahí. Lo logrado, la obra hecha es inmensa. Existe, como decía arriba, esa obra, testimoniando su esfuerzo y su amor por años. Por eso decía también que si la forma de dirigir el país hubiese sido distinta, el ICAIC y muchos otros organismos habrían sido diferentes también.
Tengo que volver sobre mis palabras entonces y pido disculpas por ello. Cuando dije que el ICAIC “ha jugado su papel”, puedo agregar que ha jugado SU GRAN PAPEL, le pertenece un mérito único que lo coloca en el Olimpo, también sus creadores, que no dudo, han sufrido y sangrado tratando de hacerlo sobrevivir en sus glorias. Quería decir entonces que es necesario cambiarlo tal como lo conocemos, adaptarlo a los nuevos tiempos – que por cierto, van signados también por las nuevas tecnologías-  Pienso, y tal vez algunos se espanten, que el ICAIC ya no tiene que ser el  “rector de la política cinematográfica del país”, porque ya no puede  -por suerte-  dirigir, controlar, fiscalizar cuanto se produce.
Para completar mi elogio por aquellos que en muchos casos hasta sacrificaron su obra para atender los problemas de un ICAIC abarcador de tantas cosas, pues nada podía escapar, nada podía alejarse del tronco único: política creativa, guiones, producción, exhibición, crítica, pensamiento, construcción de salas, arte de afiches, almacenes  y un largo etc.) debo mencionar la  Muestra de Nuevos Realizadores, como una  gran cosa, un gran esfuerzo de los ejecutivos por adaptarse a los nuevos tiempos. A pesar de las duras amarras, a pesar de la fuerte fiscalización externa, los ejecutivos del ICAIC han creado un espacio para la creación independiente. Un gran intento llamaría yo, de “modernización” o flexibilización. Al punto que películas y realizadores cubanos de fuera de la isla han estado presente con sus obras.
Pero no basta.
Como el estado no financia al cine como lo hacía al principio y totalmente y  como dices, así era en la mayoría de los países europeos donde nació el cine de autor, esquema que felizmente se replicó en Cuba, es necesario entonces soltar amarras, es necesario entender que ya existe fuera del ICAIC un “cuerpo cinematográfico nacional” que tiene obra, crítica, escuela que no controla ni fiscaliza cosas que han facilitado las nuevas tecnologías. Cuerpo donde si “conviven  con naturalidad” Memorias del subdesarrollo con Memorias del desarrollo, Lejanía con Cercanía, o Azúcar amargo con Boleto al paraíso. Porque no hay ley, ni disposición ni sistema que determine eso.  La generación nueva no repara en distancias, por eso decía que curiosamente la adultez está hoy en los más jóvenes. Curiosa similitud con la generación del 59. Y ahora me doy cuenta  que sí existe un punto en el que voy a discrepar contigo. Dices que “ni tú ni yo como individuos podemos hacer algo para que ello se haga realidad”. Pienso que lo estamos haciendo y también todos los que nos expresamos advirtiendo, recordando, reclamando y algo más, haciendo cine, crítica, historia, moviendo en fin, el pensamiento.
Con tus preguntas, me das las respuestas a este dilema, cuando dices “¿resulta anacrónica una institución de este tipo? ¿Podría el ICAIC contribuir a que toda esa producción audiovisual producida por cubanos, estén donde estén, alcance visibilidad, dialoguen de manera diáfana con su público natural, y obtengan el estatus final que se merecen en una competencia tan limpia como intensa?”.
Lo he venido diciendo hasta ahora y desde que comencé a dialogar con Kiki.    El ICAIC, no tiene que desaparecer, de ningún modo.  Una institución con tanto nombre e historia  no iene que desaparecer, pero tal como está, no puede vivir.  Debe soltar amarras, simplificarse, volcarse más a aquello que había abandonado: LA PRODUCCIÓN DE PELÍCULAS, volver a ser joven, fresco, de pocas oficinas y pocas puertas cerradas como al inicio, sin planchar y sobre todo, dejar que las ramas vuelen lejos del tronco, dejar que las raíces lleguen a otra tierras incluso fuera del territorio nacional, regar semillas en lugar de disecarlas. Como bien dices: “rescatar el espíritu aglutinante del principio”
 En fin, dejar de ser bonsái.
Pero ahora, yo hago a mi vez unas preguntas que viene desde mi escrito anterior: ¿Puede permitirse esto el sistema imperante en el país? ¿Puede un estado controlador en lo ideológico, permitir que un organismo suyo se transforme de tal manera? ¿Cómo se resolverá el dilema de un cuerpo cinematográfico que crece cada vez más al margen de ese control?
Son muchas las cosas que deberán cambiar para resolver estos dilemas, incluidos  asuntos de orden económico y monetario, políticas migratorias y de prensa y fíjate hasta dónde he tenido que llegar. Necesitaremos el hilo de Ariadna.
Estas preguntas me llevan, querido Juan Antonio, al convencimiento del inicio, al principio del fin, sólo de un momento, pues la historia es indetenible, como el cine cubano.
Mario Crespo
 Caracas, enero 2012

1 comentario:

  1. Mario he seguido la polémica en el blog de Juan, interesante y bien dosificada.
    Sería bueno que más icaiceños (¿es así?) se sumaran.
    Un abrazo
    Gilberto.

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