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lunes, 16 de enero de 2012

Algo más sobre el diálogo acerca del ICAIC y su historia. 

Las respuestas de García Borrero y Abelardo Mena.

CINE CUBANO, la pupila insomne

Un Blog sobre el cine cubano, su crítica y su público, con el patrocinio académico de "Cuban and Caribbean Studies Institute” y el “Stone Center for Latin American Studies” de la Universidad de Tulane (Nueva Orleáns).

DE GARCÍA BORRERO A MARIO CRESPO (2)
Querido Mario:
Esta segunda reflexión tuya me ha gustado muchísimo, no solo porque consigue matizar algunos enfoques de la precedente, sino porque, además, coloca el bisturí en zonas mucho más profundas y neurálgicas que, por lo general, creadores y críticos suelen dejar fuera de sus análisis. Mi criterio es que, mientras no se tomen en cuentan los problemas de base existentes en la sociedad cubana, mientras no se discutan y emprendan estrategias con el fin de solucionar la crisis nacional (y esto, obviamente, no depende solamente del ICAIC), todo lo que hablemos sobre el cine cubano olerá a vana retórica.
Fue por eso que te comenté que no bastan los buenos deseos de un grupo de individuos que conversan entre sí para cambiar las cosas. Para ello se necesita la incursión efectiva en el espacio público. La discusión sistemática, desprejuiciada y profunda. El debate que atienda primero a la cuestión pública antes que a los intereses de grupo. Tú dices: “Pienso que lo estamos haciendo y también todos los que nos expresamos advirtiendo, recordando, reclamando y algo más, haciendo cine, crítica, historia, moviendo en fin, el pensamiento”. Gracias por lo que pueda tocarme, pero yo sigo advirtiendo a quien me lee que esto es apenas un blog compartido por amigos o interesados en el cine cubano, y en Cuba eso no quiere decir gran cosa, dada la precariedad de las conexiones y la nula existencia de Internet entre los ciudadanos. No hay que engañarse.  
Desde luego, sí me parece importante que, al menos como individuos, nos entrenemos a diario en esto de mantener a salvo lo mejor de la Memoria cultural en la que nos hemos formado. Eso puede contribuir a la construcción de esa sociedad a la que todos aspiramos: una sociedad más inclusiva. Y puede animar a otros a seguir sumando puntos de vistas novedosos, rescatar historias, subsanar versiones unilaterales. Porque uno de los grandes problemas que hemos tenido en este país es que el grueso de la gente se ha acostumbrado a que unos pocos hablen por ellos.
Ya lo dije en un post anterior: la historia de la censura en Cuba puede contarse en un libro de mil páginas; la de la autocensura necesita veinte tomos, cada uno con igual cantidad de páginas. Habría que preguntarse entonces cuánto de esa autocensura no ha jugado su papel en ese estado de cosas que hoy comentamos en cuanto al cine cubano, y en especial, el del ICAIC. ¿Seremos tan exigentes y críticos con nosotros mismos como con los supuestos responsables? ¿O caeremos en ese juego de auto justificaciones que sólo consiguen seguir encubriendo el verdadero origen de nuestros males: la pésima disposición que tenemos para escuchar al que piensa diferente?
André Gide alguna vez anotó algo que a mí me parece una maravilla: “Todo está dicho, pero como nadie escucha…”. Entre cubanos, los ¿debates? suelen ser apasionados e interminables. Cada cual intenta llevar su verdad hasta la cúspide (percibida casi siempre a imagen y semejanza de uno mismo), y para ello carga con todo el estruendo retórico que va encontrando en el camino, y que estima puede servir a sus intereses puntuales. Nuestra voluntad de escuchar creo que nunca ha existido. Desde que nacimos como República crecimos con el hábito de dictarles nuestras verdades a los otros. Pareciera que entre cubanos fuera de mal gusto no interrumpir a nuestro interlocutor a los veinte segundos que ha iniciado su exposición. Y cuando al fin tomamos la palabra, no es para dialogar con lo que se ha expuesto, sino para comenzar desde cero con nuestro propio discurso, que seguro creemos más original, más exhaustivo, más esclarecedor…
Para que prospere entre nosotros esa voluntad de escuchar es preciso garantizar primero la libertad de expresión, como es obvio. Pero esa libertad no basta para que se desarrolle en el individuo la capacidad de escuchar (no oír, sino escuchar) lo que nos dicen. La libertad de expresión se asocia a la democracia en su sentido más elemental; la voluntad de escuchar a la aristocracia espiritual, que es más exigente. Por eso pocos la practican, dándole la razón a Chesterton cuando afirmaba que opinar es fácil, pero pensar no.  
Regresando al cine cubano, y a lo que hemos estado conversando en el blog, que es lo que ahora mismo nos interesa. Creo que desde que Gustavo Arcos propuso en aquel post lo de pensar en una suerte de Semana del Audiovisual Cubano (ya no con ánimo competitivo, sino de Muestra en su máxima expresión) hasta la fecha, se han aportado ideas que pienso valdrían la pena retener, y que quizás pudieran resultar de interés a quienes deciden o tienen un poder real. Estoy pensando en la observación que hace Jorge Luis Sánchez sobre la necesidad de que en “en Cuba se acabe de legislar una Ley de Cine. O en el reclamo de Rolando Díaz de que se tome en cuenta ese audiovisual realizado por cubanos más allá de la isla. O en la argumentación que formula Enrique Álvarez en torno a lo anacrónico que va resultando el “viejo modelo de un Instituto con control universal de la producción y distribución de Cine en Cuba”.
No quiero hacer más extensa esta nota para no caer en la adicción al monólogo que antes denunciaba. Lo estimulante es que, a pesar de todo, se compruebe que “el sentimiento ICAIC” (para decirlo como Carlos León en su comentario) no habla de una institución en su sentido físico o nominal, sino en su potencialidad cultural, esa que a mi juicio todavía le queda mucho por explotar. Ese “sentimiento ICAIC” (no en su dimensión nostálgica, sino creativa en términos intelectuales) es al mismo tiempo lo que justifica que, sin importar el lugar donde uno esté viviendo, muchos no podamos quedar indiferentes ante la posible suerte que le espera.  
Por ahora es todo. Te abraza,
Juan Antonio García Borrero
PD: Me dicen que en Facebook hay una página de “Amigos del ICAIC”. ¿Me invitarías a entrar en el club?

ABELARDO MENA SOBRE LAS REFLEXIONES DE MARIO CRESPO
Juani:
Me gustaron mucho las respuestas-preguntas de Mario en las cuales late la utopía, vivida y soñada. Y me gustaron también las interrogantes iniciales de Kiki, a quien envié glosas que "gracias" a una computadora rota no puedo recuperar.
Pero intentaré resumir mis ideas, lo más sintéticamente posible:
a)      No podemos darnos el lujo de dejar morir al ICAIC, que ha sido el bastión de la industria cultural cubana. Sería una locura estratégica fatal del movimiento político e intelectual cubano, más allá de gremios, sindicatos y congresos.
b)      Efectivamente, la presente dispersión del movimiento audiovisual cubano -en y fuera de fronteras- hace imperiosamente necesario e históricamente posible la creación de otro ICAIC, sostenido en sangre fresca, las posibilidades de las nuevas tecnologías y con estructuras de producción desarrollables, lógicas y sustentables en lo posible. Lo que más se requiere es conducción de capital humano, imaginación y energía.
c)      El ICAIC de Néstor, Alfredo, Titón, Puig, Julio, catalizó una tendencia cultural que ya existía bajo el empuje increíble de la Revolución (con la dicotomía tensa entre arte y medio de comunicación, y es curioso que no se otorgó entonces a la TV el mismo rango que el cine).
d)     Ahora, metidos de lleno en los nuevos desafíos de la sociedad cubana (en medio de un nuevo malestar de la cultura, sea política-económica-social), esta presunta (solo presunta) voluntad aislacionista, desmembrada, de cineastas oficiales e independientes, encontrará cauce natural en una institución que intente superar las barreras productivas de estos años, y que, sin duda, lógicamente cometerá otros yerros. Los hijos pocas veces son mejores que sus padres, y lo digo con serenidad, no con escepticismo.
Creo que un nuevo movimiento audiovisual es posible e incluso políticamente deseable bajo el status presente. El problema esencial de Cuba no es la censura, para contestar a Mario, sino el atrincheramiento atemporal del nacionalismo cubano, estampado desde la Revolución del 30, y la escasa cultura democrática de las instituciones.
Sin más, un abrazo,
Abelardo Mena 
 

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