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viernes, 20 de enero de 2012


El kilómetro 0 de Cuba, no está en el Capitolio.

Era el año 80 y yo era el director asistente de Cecilia, la película de Humberto Solás. Guajiro de San Antonio de los Baños como era, no tenía dónde dormir y descansar las largas horas de trabajo que imponía aquel inmenso largometraje. Mi amigo Pepe Horta me llevó con mi bultico a casa de Mercedes que vivía en un magnífico apartamento, ubicado en mejor lugar, la calle 21 del Vedado, frente al Hotel Capri, para más maravilla.  Le dijo a Mercedes que me "recogiera" y la respuesta no fue otra que "está bien, acomódate por ahí en el cuarto de mi hija, pero cuando ella venga, ya veremos qué se hace.  La hija de Mercedes, Cecilia,  estudiaba medicina en esos momentos y su cuarto albergaba a todo el que necesitaba pasar un trasnocho. Para los amigos de Mercedes, siempre había en su casa una taza de café, un poco de comida y un trago y para los amigos de los amigos, también.
Gracias a Pepe, conocí a Mercedes, gracias a Mercedes, a todos sus alumnos de teatro, conocí  también a Pablo, Silvio, Juana Bacallao y a José Milian, Tomás González, dramaturgos; a Carilda Oliver Labra  a cuya casa en Matanzas me llevó Mercedes y es que el kilómetro cero de Cuba no está en el Capitolio, está en aquel apartamento de 21 y M en el Vedado. Quien no hubiera en los años 70 y 80 pasado por casa de Mercedes, participado de una tertulia allí, definitivamente le falta un pedazo importante de la historia de la poesía, el teatro  y  la farándula de La Habana.
No se cuánto tiempo viví allí antes de pasar a otro "albergue" más lejano, menos bullicioso y con menos prosapia poética.
Recuerdo a mamá Pancha, que pasaba como cometa, viniendo desde Camajuanní, cargada de dulces criollos, turrones de maní, chicharrones en manteca, café ¡puro! recién tostado, tamarindos, guayabas, todos los olores, colores y sabores de la infancia que Mercedes saboreaba y narraba en poemas y viñetas maravillosas. Recuerdo a Cecilia de quien Mercedes decía "tenía su carita muy mona" pequeñita, locuaz, linda como Mercedes ( en esa foto, podría decirse que Mercedes es Cecilia), brillante estudiante de medicina y espero que ahora brillante médico como su padre a quien adoraba.  Cecilia regresó un día casada con Millán y al poco tiempo trajo a Alejandro, bautizado como El Goyo, por Mercedes.  El Goyo en ese momento era un ángel gordo y blanco con ojos tremendos que le inspiró muchos poemas a la abuela, la que no temía cada día declarar que estaba loca y que moría de poesía.   El Goyo hoy es Alejandro Millán,  excelente actor y director de teatro, como su abuela, ¿cosas de genes o de reencarnación? Cuidando y puliendo, lo imagino ahora, el kilómetro 0 de Cuba, que no está en el Capitolio.

4 comentarios:

  1. Siempre te he dicho que tienes en tus vivencias para más de una película. Ojala este blog sea ese diario de rutas transitadas de una épica imaginada como el camino para el nuevo hombre...se ha dedicado mucho espacio a los que truncaron la utopía...¿por qué no contar los cuentos vividos al lado, juntos, en compases diversos y difusos de quienes no solo no traicionaron sino que mantienen intacata sus almas voladoras...
    ¿Como voy Isabel? Vas bien Mario

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  2. La nostalgia mi querido Mario dando muestra de tu talento. Me ha gustado mucho el texto,en un momento pensé que era yo quien lo había escrito.

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    1. Hola Javier! Gracias por el comentario. Me sacaste los colores a la cara con eso de que te pareció escrito por tí el text, qué honor!

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  3. Tienes razón Isabel... intentaré conseguirlo. Un beso.

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