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jueves, 19 de enero de 2012


 Aquí Juan Antonio García Borrero, comenta a partir de textos de Julio G. Espinosa y Tomás Gutierrez Alea, el cine de los ´80 en Cuba y los intentos por sacarlo del estancamiento.  

CINE CUBANO, la pupila insomne

Un Blog sobre el cine cubano, su crítica y su público, con el patrocinio académico de "Cuban and Caribbean Studies Institute” y el “Stone Center for Latin American Studies” de la Universidad de Tulane (Nueva Orleáns).

GRUPOS DE CREACIÓN DEL ICAIC(*)


En víspera de cumplirse treinta años de su existencia, el ICAIC, bajo la dirección de Julio García-Espinosa, ensayó nuevas estrategias de creación con el fin de reinsertarse en aquellos espacios de vanguardia que había ocupado sobre todo en los años sesenta. Si bien la producción se había incrementado, y resultaba alentadora la presencia de nuevos realizadores tras las cámaras, los resultados fílmicos estaban bastante lejos de aquellos que conformaron la llamada “década prodigiosa”.
En los ochenta, la expresión artística encargada de llevar a la esfera pública las principales tensiones que vivía la sociedad de entonces fueron las artes plásticas, gracias a las búsquedas y experimentaciones de artistas como Tomás Sánchez, José Bedia, Flavio Garciandía, Leandro Soto, o Gory, entre otros. Esta voluntad de renovación formal y temática en los predios plásticos, contrastaba de manera notable con esas maneras más bien “amables” de retratar la realidad cubana que estaban presentes en el grueso de las producciones del ICAIC.
A ello habría que sumar el hecho de que el movimiento de cineastas aficionados (con Tomás Piard y Jorge Luis Sánchez a la cabeza), había conseguido consolidarse en el transcurso de esos años (Piard, por ejemplo, filmaría en 1987 Ecos, primer largometraje de ficción producido por el cine amateur en Cuba). También la creación de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en 1986, y la creación del Taller de Cine de la Asociación Hermanos Saíz el 21 de junio 1987, contribuyeron a que se notase aún más esa suerte de desfasaje entre la tendencia fundamental de la producción del ICAIC en aquellos años y la ríspida textura de la época (ese mismo año el presidente del Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba Luis Orlando Domínguez fue enjuiciado y condenado a veinte años de prisión por graves cargos delictivos, por ejemplo). De allí que sea entendible la autocrítica de Julio García-Espinosa por la fecha:
“Con todo, es cierto que el cine de ficción no ha logrado estar a la altura de estos años ochenta. Algunas causas son de nuestra entera responsabilidad. Por no contar con la base material necesaria, que nos permitiera un incremento en la producción, se dilataron en exceso las nuevas promociones. Esto afectó el proceso de confrontación necesaria y sistemática entre los realizadores. El posterior crecimiento de la producción tuvo lugar sin variar, en el tiempo indispensable, las condiciones de la producción. No se implantaron con la celeridad debida nuevas y más ágiles vías para la promoción. El clima habitual de debates decayó considerablemente. La atención artística a los proyectos no pudo ser atendida con la misma dedicación que en el pasado. Los nuevos mecanismos económicos se hicieron esperar demasiado”. (1)
Para que el ICAIC pudiese recuperar ese protagonismo intelectual que lo hizo célebre internacionalmente en su primera década de existencia, era necesario, como mínimo, una mayor autonomía en el orden institucional, y luego, más interacción interna entre los cineastas, a través de la discusión sistemática de sus ideas y proyectos. El ICAIC, como institución, no había podido escapar de la paulatina burocratización de su razón de ser, y según García-Espinosa,
“La respuesta inmediata a estos problemas ha sido la de abrirles un nivel mayor de participación a los cineastas. Así han surgido, en la actualidad, los Grupos de Creación y el Consejo Artístico. Este último, integrado por los propios cineastas, analiza y propone todas aquellas líneas que conforman la política del Cine Cubano. La experiencia de los Grupos o Talleres de Creación recién empieza. Son tres, a los cuales se han incorporado voluntariamente los directores, acordando un responsable y un sustituto para cada uno de ellos. Con estos grupos trabajan estrechamente escritores y productores. A cada grupo se le asigna un número determinado de documentales y largos de ficción a realizar en el año. De ellos depende, en gran medida, que puedan hacer más y mejor. Y esto tendrá consecuencias económicas, tanto para el colectivo como individualmente. La Dirección del organismo sólo aprueba la sinopsis y la primera copia. Los grupos aprueban argumento, guión, selección de actores, primer corte y corte final. La atención artística se hace más consecuente, dado el nivel de producción que asume cada grupo. El trabajo colectivo aumenta. La confrontación se vuelve un hecho orgánico y el debate se rescata de manera irreversible. Por último, las promociones se liberan de todo lo que pueda impedir u obstaculizar el acceso al talento, donde quiera que éste se encuentre, bien entre los profesionales, bien dentro del movimiento de aficionados. Son para nosotros, como decíamos, tiempos de siembra”. (2) 
Tomás Gutiérrez Alea fue responsable de uno de los tres grupos creados. (3). Los otros dos estarían dirigidos por Manuel Pérez y Humberto Solás. Titón no creía que este sistema trajese milagros para el cine producido por el ICAIC “pero sí cambios significativos y, lo que es igualmente importante, a corto plazo”(4) Ese optimismo provenía de su antigua tesis de que, para que existiese un crecimiento en términos cualitativos, antes era necesario garantizar un flujo productivo estable. Por eso, cuando aún faltaban algunos meses para que se hiciera realidad la idea de los Grupos de Creación, no duda en polemizar en una carta privada con Edmundo Desnoes: 
“Otra cosa: pienso que es una generalización un poco apresurada la que haces de la tendencia fundamental del cine que se está haciendo hoy en Cuba. Estamos en un momento muy particular que no puede ser apreciado sólo por los filmes que se están haciendo sino, sobre todo, por las tendencias que se apuntan. La mayoría de los directores que están trabajando desde hace tres años haciendo su primera película. Es decir, hay una nueva generación que está intentando marcar el paso. La idea ha sido incrementar cuantitativamente la producción de películas como paso necesario para desarrollar una infraestructura que nos permita alcanzar un nivel técnico más alto. Por fuerza, en una producción mayoritariamente de directores nuevos (creo que suman ocho por lo menos), hay mucho de tanteo y aprendizaje. No abunda la osadía, pero confío en que el tiempo está de nuestra parte. En la medida en que vayan adquiriendo mayor dominio del instrumento podrán lanzarse a otras búsquedas. En fin, lo que no se puede decir en términos tan absolutos es que nuestra producción está “dedicada fundamentalmente a fortalecer la historia de la isla y los valores de la Revolución”. Eso siempre será una tendencia, pero no la única importante (5).
La filosofía de los Grupos de Creación se ajustaba a la visión que Titón tenía, desde los tempranos sesenta, de la industria cinematográfica. En tal sentido, podemos recordar que en 1966, a propósito del viaje que realizara a Praga, ya había causado en él una excelente impresión el proceso de descentralización que vivía entonces la cinematografía checa, un poco antes de la invasión soviética. Y a su regreso había escrito aquella vez en la revista Cine Cubano:
“Aquí, pensamos, no es tiempo todavía de establecer grupos de creación autónomos porque no hay suficientes cuadros ni suficiente madurez en general. Pero pensamos también que algún día ese será el ideal de la producción pues sólo así se llegará a un alto grado de diversidad de puntos de vista y de modos de expresión que enriquecerán notablemente nuestro cine”. (6)
Veinte años después, para Titón ese momento de madurez colectiva parecía haber llegado a la cinematografía producida por el ICAIC. No solo se había acumulado abundante experiencia técnica, sino que la sociedad misma parecía más abierta a todo lo que oliese a talento, que casi siempre se identifica con aquello que consigue someter a revisiones incómodas lo que ha pasado a ser rutinario (incluyendo al propio lenguaje cinematográfico).
Sin embargo, Titón tenía claro que llegar a ese momento superior en términos artísticos en modo alguno iba a ser el resultado de la sumatoria mecánica de nuevos factores: al contrario, la confianza ingenua en las inéditas libertades podía implicar una merma del rigor critico, y de la sutileza expresiva, toda vez que seguía siendo demasiado popular la tendencia a identificar “el realismo artístico” con la crónica de ocasión, más propia del periodismo.
La indiscutible ventaja estaba en ese clima aglutinante, a la par que estimulante, que habría de posibilitar la coexistencia de diversos credos estéticos. Gracias a esa atmósfera podía quedar atrás aquella centralización excesiva que tanto le cuestionara Gutiérrez Alea a Alfredo Guevara, y que al final había arruinado la antigua amistad.
Además, ya resultaba demasiado evidente que el discurso audiovisual del grueso de los cineastas agrupados en el ICAIC iba por un lado, y la época por otra: para colmo, aquel año se había exhibido en La Habana, como parte de la habitual “Semana de Cine Soviético”, algunas de las producciones más recientes y polémicas de esa cinematografía, como Arrepentimiento y ¿Es fácil ser joven?, generando un gran interés y entusiasmo entre los espectadores. La perestroika y el proceso local de “rectificación de errores” seguían emulando entre sí, pero aquella luna de miel todavía no tenía claro su desenlace.
Juan Antonio García Borrero
NOTAS:
(*) Fragmento de la biografía inédita “Hasta cierto Titón”
(1) Julio García-Espinosa. Dialogando. Revista Cine Cubano Nro. 126, p 5.
(2) Julio García-Espinosa. Dialogando. Revista Cine Cubano Nro. 126, p 5.
(3) Los integrantes del Grupo fueron: Rolando Díaz, Juan Carlos Tabío, Sergio Giral, Miriam Talavera, Guillermo Torres, Melchor Casals, Constante Diego, y Enrique Colina. Agradecemos la información aportada a Hilda Roo, de la Productora del ICAIC.
 (4) Citado por Ambrosio Fornet en Las trampas del oficio, p 74.
(5) Tomás Gutiérrez Alea. Notas sueltas sobre un viaje. Revista Cine Cubano Nro. 38, p 39.
(6) Tomás Gutiérrez Alea. Notas sueltas sobre un viaje. Revista Cine Cubano Nro. 38, p 39.

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