Aquí Juan Antonio García Borrero, comenta a partir de textos de Julio G. Espinosa y Tomás Gutierrez Alea, el cine de los ´80 en Cuba y los intentos por sacarlo del estancamiento.
CINE CUBANO, la pupila insomne
Un Blog sobre el cine cubano, su crítica y su público, con el
patrocinio académico de "Cuban and Caribbean Studies Institute” y el “Stone
Center for Latin American Studies” de la Universidad de Tulane (Nueva
Orleáns).
GRUPOS DE CREACIÓN DEL ICAIC(*)
En víspera de
cumplirse treinta años de su existencia, el ICAIC, bajo la dirección de Julio
García-Espinosa, ensayó nuevas
estrategias de creación con el fin de reinsertarse en aquellos espacios de
vanguardia que había ocupado sobre todo en los años sesenta. Si bien la
producción se había incrementado, y resultaba alentadora la presencia de nuevos
realizadores tras las cámaras, los resultados fílmicos estaban bastante lejos de
aquellos que conformaron la llamada “década prodigiosa”.
En los ochenta,
la expresión artística encargada de llevar a la esfera pública las principales
tensiones que vivía la sociedad de entonces fueron las artes plásticas, gracias
a las búsquedas y experimentaciones de artistas como Tomás Sánchez, José
Bedia, Flavio
Garciandía, Leandro
Soto, o Gory, entre
otros. Esta voluntad de renovación formal y temática en los predios plásticos,
contrastaba de manera notable con esas maneras más bien “amables” de retratar la
realidad cubana que estaban presentes en el grueso de las producciones del
ICAIC.
A ello habría
que sumar el hecho de que el movimiento de cineastas aficionados (con Tomás
Piard y Jorge Luis Sánchez a la cabeza), había conseguido
consolidarse en el transcurso de esos años (Piard, por ejemplo,
filmaría en 1987 Ecos,
primer
largometraje de ficción producido por el cine amateur en Cuba). También la
creación de la Escuela Internacional
de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en 1986, y la creación del
Taller de Cine de la Asociación Hermanos Saíz
el 21 de junio 1987, contribuyeron a que se notase aún más esa suerte de
desfasaje entre la tendencia fundamental de la producción del ICAIC en aquellos
años y la ríspida textura de la época (ese mismo año el presidente del Instituto
de Aeronáutica Civil de Cuba Luis Orlando Domínguez fue enjuiciado y condenado a veinte años
de prisión por graves cargos delictivos, por ejemplo). De allí que sea
entendible la autocrítica de Julio García-Espinosa por la fecha:
“Con todo, es
cierto que el cine de ficción no ha logrado estar a la altura de estos años
ochenta. Algunas causas son de nuestra entera responsabilidad. Por no contar con
la base material necesaria, que nos permitiera un incremento en la producción,
se dilataron en exceso las nuevas promociones. Esto afectó el proceso de
confrontación necesaria y sistemática entre los realizadores. El posterior
crecimiento de la producción tuvo lugar sin variar, en el tiempo indispensable,
las condiciones de la producción. No se implantaron con la celeridad debida
nuevas y más ágiles vías para la promoción. El clima habitual de debates decayó
considerablemente. La atención artística a los proyectos no pudo ser atendida
con la misma dedicación que en el pasado. Los nuevos mecanismos económicos se
hicieron esperar demasiado”. (1)
Para que el
ICAIC pudiese recuperar ese protagonismo intelectual que lo hizo célebre
internacionalmente en su primera década de existencia, era necesario, como
mínimo, una mayor autonomía en el orden institucional, y luego, más interacción
interna entre los cineastas, a través de la discusión sistemática de sus ideas y
proyectos. El ICAIC, como institución, no había podido escapar de la paulatina
burocratización de su razón de ser, y según García-Espinosa,
“La respuesta
inmediata a estos problemas ha sido la de abrirles un nivel mayor de
participación a los cineastas. Así han surgido, en la actualidad, los Grupos de
Creación y el Consejo Artístico. Este último, integrado por los propios
cineastas, analiza y propone todas aquellas líneas que conforman la política del
Cine Cubano. La experiencia de los Grupos o Talleres de Creación recién empieza.
Son tres, a los cuales se han incorporado voluntariamente los directores,
acordando un responsable y un sustituto para cada uno de ellos. Con estos grupos
trabajan estrechamente escritores y productores. A cada grupo se le asigna un
número determinado de documentales y largos de ficción a realizar en el año. De
ellos depende, en gran medida, que puedan hacer más y mejor. Y esto tendrá
consecuencias económicas, tanto para el colectivo como individualmente.
La Dirección
del organismo sólo aprueba la sinopsis y la primera copia. Los grupos aprueban
argumento, guión, selección de actores, primer corte y corte final. La atención
artística se hace más consecuente, dado el nivel de producción que asume cada
grupo. El trabajo colectivo aumenta. La confrontación se vuelve un hecho
orgánico y el debate se rescata de manera irreversible. Por último, las
promociones se liberan de todo lo que pueda impedir u obstaculizar el acceso al
talento, donde quiera que éste se encuentre, bien entre los profesionales, bien
dentro del movimiento de aficionados. Son para nosotros, como decíamos, tiempos
de siembra”. (2)
Tomás Gutiérrez
Alea fue responsable de uno de los tres grupos creados. (3). Los otros dos
estarían dirigidos por Manuel Pérez y Humberto Solás. Titón no creía
que este sistema trajese milagros para el cine producido por el ICAIC “pero sí
cambios significativos y, lo que es igualmente importante, a corto plazo”(4) Ese
optimismo provenía de su antigua tesis de que, para que existiese un crecimiento
en términos cualitativos, antes era necesario garantizar un flujo productivo
estable. Por eso, cuando aún faltaban algunos meses para que se hiciera realidad
la idea de los Grupos de Creación, no duda en polemizar en una carta privada con
Edmundo Desnoes:
“Otra cosa:
pienso que es una generalización un poco apresurada la que haces de la tendencia
fundamental del cine que se está haciendo hoy en Cuba. Estamos en un momento muy
particular que no puede ser apreciado sólo por los filmes que se están haciendo
sino, sobre todo, por las tendencias que se apuntan. La mayoría de los
directores que están trabajando desde hace tres años haciendo su primera
película. Es decir, hay una nueva generación que está intentando marcar el paso.
La idea ha sido incrementar cuantitativamente la producción de películas como
paso necesario para desarrollar una infraestructura que nos permita alcanzar un
nivel técnico más alto. Por fuerza, en una producción mayoritariamente de
directores nuevos (creo que suman ocho por lo menos), hay mucho de tanteo y
aprendizaje. No abunda la osadía, pero confío en que el tiempo está de nuestra
parte. En la medida en que vayan adquiriendo mayor dominio del instrumento
podrán lanzarse a otras búsquedas. En fin, lo que no se puede decir en términos
tan absolutos es que nuestra producción está “dedicada fundamentalmente a
fortalecer la historia de la isla y los valores de la Revolución”. Eso siempre será una
tendencia, pero no la única importante (5).
La filosofía de
los Grupos de Creación se ajustaba a la visión que Titón tenía, desde los
tempranos sesenta, de la industria cinematográfica. En tal sentido, podemos
recordar que en 1966,
a propósito del viaje que realizara a Praga, ya había
causado en él una excelente impresión el proceso de descentralización que vivía
entonces la cinematografía checa, un poco antes de la invasión soviética. Y a su
regreso había escrito aquella vez en la revista Cine Cubano:
“Aquí, pensamos,
no es tiempo todavía de establecer grupos de creación autónomos porque no hay
suficientes cuadros ni suficiente madurez en general. Pero pensamos también que
algún día ese será el ideal de la producción pues sólo así se llegará a un alto
grado de diversidad de puntos de vista y de modos de expresión que enriquecerán
notablemente nuestro cine”. (6)
Veinte años
después, para Titón ese momento de madurez colectiva parecía haber llegado a la
cinematografía producida por el ICAIC. No solo se había acumulado abundante
experiencia técnica, sino que la sociedad misma parecía más abierta a todo lo
que oliese a talento, que casi siempre se identifica con aquello que consigue
someter a revisiones incómodas lo que ha pasado a ser rutinario (incluyendo al
propio lenguaje cinematográfico).
Sin embargo,
Titón tenía claro que llegar a ese momento superior en términos artísticos en
modo alguno iba a ser el resultado de la sumatoria mecánica de nuevos factores:
al contrario, la confianza ingenua en las inéditas libertades podía implicar una
merma del rigor critico, y de la sutileza expresiva, toda vez que seguía siendo
demasiado popular la tendencia a identificar “el realismo artístico” con la
crónica de ocasión, más propia del periodismo.
La indiscutible
ventaja estaba en ese clima aglutinante, a la par que estimulante, que habría de
posibilitar la coexistencia de diversos credos estéticos. Gracias a esa
atmósfera podía quedar atrás aquella centralización excesiva que tanto le
cuestionara Gutiérrez Alea a Alfredo Guevara, y que al final
había arruinado la antigua amistad.
Además, ya
resultaba demasiado evidente que el discurso audiovisual del grueso de los
cineastas agrupados en el ICAIC iba por un lado, y la época por otra: para
colmo, aquel año se había exhibido en La Habana, como parte de la habitual
“Semana de Cine Soviético”, algunas de las producciones más recientes y
polémicas de esa cinematografía, como Arrepentimiento y ¿Es fácil ser joven?,
generando un
gran interés y entusiasmo entre los espectadores. La perestroika y el proceso local de
“rectificación de errores” seguían emulando entre sí, pero aquella luna de miel
todavía no tenía claro su desenlace.
Juan Antonio
García Borrero
NOTAS:
(*)
Fragmento de la biografía inédita “Hasta cierto Titón”
(1)
Julio
García-Espinosa. Dialogando. Revista Cine Cubano Nro.
126, p 5.
(2) Julio
García-Espinosa. Dialogando. Revista Cine Cubano Nro.
126, p 5.
(3) Los
integrantes del Grupo fueron: Rolando Díaz, Juan Carlos Tabío, Sergio Giral,
Miriam Talavera, Guillermo Torres, Melchor Casals, Constante Diego, y Enrique
Colina. Agradecemos la información aportada a Hilda Roo, de la Productora del
ICAIC.
(4) Citado por Ambrosio
Fornet en Las trampas del oficio, p
74.
(5) Tomás
Gutiérrez Alea. Notas sueltas sobre un
viaje. Revista Cine Cubano Nro. 38, p 39.
(6) Tomás
Gutiérrez Alea. Notas sueltas sobre un
viaje. Revista Cine Cubano Nro. 38, p 39.
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