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lunes, 24 de junio de 2019

SAUVAGE (2018): RETRATO DE CARENCIAS EN UNA PELÍCULA MARAVILLOSA

SAUVAGE (2018): RETRATO DE CARENCIAS EN UNA PELÍCULA MARAVILLOSA


Sauvage (2018)
Leo, un joven de veintidós años entrega su cuerpo por un poco de dinero día tras día, y vive en las calles. Recibe golpes y humillaciones y lo acepta con resignación como la única vida posible para él.  Vende su cuerpo, pero mantiene libre su alma en la búsqueda desesperada de amor. 

¿Qué pudo pasar en la vida de un chico que ha caído en la prostitución?

Esa es la pregunta que sugiere Sauvageópera prima de Camille Vidal-Naquet. Sin embargo, al autor no le interesa dar la respuesta a esta interrogante, no da antecendentes con retrospectivas ni diálogos informativos, solo nos presenta unas semanas, tal vez, en la vida de Leo. Es fácil imaginar así cómo fue su pasado y también cuál será su futuro. Somos testigos de la resignada aceptación de la vulnerabilidad, el dolor y las humillaciones por parte de Leo, como si fuera la única forma de vida que conoce. Sin una queja por su pasado ni su presente, simplemente sobrevive y deja pasar los días. Tiene veintidós años y la tristeza de su rostro, magistralmente prestado al personaje por Féliz Maritaud (lo vimos antes en 120 battements par minute / 2017), nos descubre un ser atravesado por múltiples dolores desde mucho antes, en su búsqueda incesante de protección y afecto. Son muchas las carencias más allá de las económicas las que se adivinan. Su único acto de voluntad es el empeño en buscar apoyo, solidaridad y dar y recibir afabilidad. De ahí que, cuándo alguien le brinda un poco de apoyo y le muestra algo de afecto, se aferra y no quiere soltar.  
En una entrevista el director declara: “No necesariamente sabemos cómo es la vida cotidiana de un prostituto, y yo quería trabajar sobre ese tema. Cuando hablamos de prostitución, siempre usamos esta expresión “ faire une passe”.   Es una expresión (…) en realidad, bastante mordaz. Quería mostrar qué había detrás de esta expresión (…) Es una película de ficción, pero es una realidad a la que me acerqué yendo al campo. Entré en contacto con ellos, hice merodeos en el Bois de Boulogne. Conocí gente, hice amigos, y en lugar de pasar una noche, pasé tres años allí”.  Cabe aclarar que el Bosque de Bologne está fichado como uno de los lugares más peligrosos en la noche, tal vez el equivalente a nuestra Casa de Campo. Allí se desarrolla buena parte de la trama exterior de la película, por tanto, el acercamiento antropológico a esta realidad es casi documental.  Tal vez por eso no hay lástima en la mirada de Vidal-Naquet, es una exposición casi científica, un retrato de una (o varias) vidas.
Un guion asombroso y nada predecible. Sorprende por sus escenas de sexo duro, golpes, laceraciones, frases hirientes que provienen de un mundo sin piedad, por parte de colegas y también de clientes que no se inhiben al desprecio si es necesario. A fin de cuentas, la sociedad los considera unas no-personas sin nombre, sin historia, sin sentimientos. Solo objetos de satisfacción. Es este el discurso de Vidal-Naquet en este maravilloso filme.

sábado, 1 de junio de 2019

PRESENTACIÓN DEL DOCUMENTAL "HABLA CARPENTIER... SOBRE LA HABANA" CASA AMÉRICA MADRID 28 / 5 / 2019



Esta tarde, gracias a Casa América Madrid, conmemoramos un aniversario más de la ciudad de La Habana, que arribará a sus quinientos años el próximo 16 de Noviembre, y tendremos el privilegio de convocar y dialogar con un espíritu ilustre y omnipresente de aquella ciudad: El habanero Alexis Carpentier Valmont, al que todos conocimos como Alejo Carpentier.
Lo convocaremos aquí a través de ese “médium” maravilloso que es el cine y podremos disfrutar de su voz, su gesto y su inmensa cultura y comprobaremos como su presencia sigue gravitando sobre muchos de los aspectos de la cultura artística cubana actual.

Algunos puristas han dicho que esto que veremos hoy no es un documental técnicamente hablando, que se trata solo de una charla filmada. Podrían tener razón si el valor precisamente documental del discurso de su protagonista no tuviera la gran relevancia que tiene en cuanto a información, a lo que significa poder visitar y re visitar a uno de los intelectuales más conspicuos que nos dio la Cuba del siglo XX y disfrutar de su clase magistral de oratoria.
No es en sus características formales donde reside la importancia documental del filme, pues no posee animaciones, efectos especiales, letreros, ni las tradicionales encuestas o locuciones a las que el género nos tiene acostumbrados.    Es solo el conferencista frente a dos cámaras haciendo una amena charla.  Apenas unas ilustraciones, fotos muy pocas y perfectamente prescindibles, ilustran el filme y así, (cito al crítico Luciano Castillo), “transcurren 110 imperceptibles minutos, metraje importante para un filme de esta naturaleza. Su valor está en la fluida conversación de Carpentier, la observación interesante o la aclaración oportuna, que logran absorber la atención y producir la sensación de un diálogo con el conferencista.”
Las cámaras se mantuvieron todo el tiempo sin variar el encuadre, en plano americano, a la altura de las rodillas. Este carácter de la fotografía empleada, en concordancia con el tono sobrio seleccionado por el realizador, es extensivo al resto de la tetralogía de la que forma parte.   Y a propósito, comenta el director Héctor Veitía (vuelvo a citar a Castillo quien a su vez cita al director) «Decidimos no mover las dos cámaras en ningún momento, para que no hubiera intermediario con el espectador.  Es un riesgo que asumimos y que después definieron algunos como “estilo Carpentier” por sus características específicas.»

Habla Carpentier… de La Habana, como ya dijimos, forma parte de una tetralogía en la que el erudito, profesor universitario, periodista, musicólogo, publicista, guionista de cine, pionero de la radio, diplomático y sobre todo escritor, aborda temas como los usos y costumbres de La Habana republicana en su período de 1912 a 1930; y en otros tres, discursa sobre la música, el surrealismo y su obra literaria. Así es que, para los interesados, existen estas cuatro joyas documentales que son:
Habla Carpentier… sobre La Habana, que veremos esta tarde.
Habla Carpentier… sobre la música
Habla Carpentier … sobre el surrealismo y,
Habla Carpentier… sobre su literatura

El director de la serie es Héctor Veitía, nacido en la ciudad de Caibarién en 1939, licenciado en Estudios Cubanos por la Universidad de La Habana, quien comenzó a trabajar muy joven en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos ICAIC en 1961 como asistente de dirección. Colaboró con el documentalista Joris Ivens a su paso por Cuba y fue asistente del danés Theodor Christensen en el documental Ella, la primera película en abordar el tema de la situación de la mujer en el marco de la revolución.  (y me permito un paréntesis, que no es gratuíto porque  nuestro conferencista hablará en unos minutos cómo sólo a 60 años de distancia del momento de su conferencia, La Habana era una ciudad sin mujeres) Sara Gómez, quien fuera esposa de Veitía fue, por muchos años, la única mujer cineasta cubana, hasta que aparecieron los nombres de Marisol Trujillo, Teresa Ordoqui, Lisset Vila, Marilyn Solaya,  Mayra Segura, Mayra Vilasis, Rebeca Chávez y Ana Rodríguez, pero hasta hace muy poco, ya casi terminado el siglo XX ninguna mujer excepto Sara Gómez con el filme DE CIERTA MANERA, ninguna mujer, repito, había dirigido  cine.

Antes que Sara, hizo cine como guionista y productora Margarita Alexandre pero era española y una de las pocas voces femeninas dentro del cine cubano junto a Sara.  Margarita permaneció en Cuba once años produciendo y escribiendo para el cine y muy cercana a Tomás Guitierrez Alea, Manuel Octavio Gómez y Alfredo Guevara

Vuelvo al director Veitía:  En 1963, Veitía dirige su primer documental, para cumplir  una amplia carrera como documentalista hasta hoy.  Su nombre también figura entre los realizadores del mítico Noticiero ICAIC Latinoamericano cuya dirección general estaba a cargo de Santiago Álvarez. Ha sido docente en cursos de Historia del Cine y vicedecano de la Facultad de Arte de los medios de los Medios Comunicación en el Instituto Superior de Arte de Cuba y desde 1990 está al frente de los Talleres Internacionales de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.
La génesis de estos cuatro clásicos de la cinematografía cubana  está en la llegada de Alejo Carpentier a La Habana en 1973 en un viaje de documentación para escribir su novela “El Recurso del Método” y ese incansable animador cultural que fue Saúl Yelín, director de relaciones internacionales del INSTITUTO CUBANO DEL ARTE E INDUSTRIAS CINEMATOGRÁFICAS, (ICAIC) le propone ofrecer una serie de charlas sobre temas de arte e historia para los cineastas de Cuba y Héctor Veitía decidió (bendita la hora) filmarlas para la posteridad.
Nacido en Lausana en 1904, el niño Alexis es hijo del arquitecto francés (de ascendencia bretona) George Julián Carpentier, y de la rusa profesora de idiomas Ekaterina Vladimirovna, conocida como Lina Valmont. En 1908 llega la familia Carpentier-Valmont a una Habana en los albores de la vida republicana en la que muchos aspectos de su cultura y costumbres, todavía estaban presentes las influencias europeas, sobre todo de España. Como él mismo comentará, La Habana era la más española de las capitales latinoamericanas y como hablamos del musicólogo Carpentier, valdría mencionar en rápida digresión, que lo más cubano en música en esos años era, el danzón que surgió a finales del siglo XIX creado por Miguel Faílde a partir de la evolución de la contradanza española, que se bailaba en Cuba desde el siglo XVIII y que ya, en el siglo XX, se había acriollado con rasgos de la cultura africana, francesa y española, asimilando otras nuevas sonoridades como el  son cubano y el son montuno, que se mantenían aún a un nivel muy underground. De esto hablará extensamente nuestro erudito en su ensayo La Música en Cuba de 1946.
Entonces, se impone hacer notar un detalle biográfico en apretado resumen: este niño, Alexis, hijo de francés y rusa, nacido en Suiza, es llevado a Cuba, nación formada por españoles, africanos y chinos y a los ocho años es matriculado en el Candler College de La Habana, donde se enseñaba en inglés. A los siete años, Alexis ya tocaba al piano preludios de Chopin, y obras de Debussy y a los nueve años hace un viaje familiar a la Rusia Zarista ( prerevolucionaria), Austria y Bélgica y en una estancia en París estudia en el Liceo Yansón-de-Saillí durante tres meses.  A los doce, el padre, rancio bretón, pone en sus manos las novelas de Balzac, Zola y Flauber.   Sin duda, estamos ante una infancia marcada por un fuerte mestizaje cultural que obviamente influirá en la formación del personaje que Cuba conocerá después y que le servirá, (siendo él mismo un crisol de culturas), para entender y amar ese crisol fundente que ya venía configurándose como “cultura cubana, con influencias española, francesas, africanas, chinas, colombianas, mexicanas, inglesa y norteamericana, que no solo marcaron nuestra música, sino muchas de las formas de ser de la nación cubana.
Volviendo a los documentales de esta serie, deseo destacar que aquello que llamaron el “estilo Carpentier” se enmarca sobre todo en la gracia del conferencista que cambia de tono a lo largo de su exposición, yendo de lo pícaro a lo rigurosamente histórico, de lo anecdótico a lo científico y de lo trágico a lo hilarante, sin dejar ni el más mínimo espacio a la pedantería intelectual permitiendo que hasta quien no le conozca ni haya leído su obra, disfrute de su presencia y su palabra.  En fin, que además de un excelente narrador literario, lo es también en lo oral en un alarde de cultura, información y memoria (no sin un toque de fabulación graciosa, hay que decirlo) como cuando nos cuenta, como si él hubiese estado presente en el Teatro Nacional, cuando estalla un petardo en plena ejecución de Caruso y el barítono huye asustado por las calles de la ciudad vestido de Radamés, hasta ser detenido por un policía. Carpentier nos dice aquí hasta los diálogos entre policía y cantante.

Y es que vamos a encontrarnos con un charlista de oficio que sabe pulsar la atención de sus oyentes apelando a la picaresca criolla y a los silencios que reclaman atención al callar unos segundos después de una frase jocosa o de un dato asombroso pero sobre todo un  hombre que habla con la autoridad del que ha visto a La Habana convertirse en ciudad, espectador y actor de la misma.

Destaca Carpentier cómo la vida de la ciudad giraba en esos primeros años del siglo alrededor del Parque Central.  Sin escatimar adjetivos nos habla de lo surrealista y absurdo de su condición en aquellos momentos. Destacando el contraste entre el carácter provinciano de su vida diaria y como a la vez en sus calles se abrían teatros de ópera y bufo, teatro porno, lupanares sofisticados de francesas y españolas; comercios alemanes, españoles, redacciones de periódicos y revistas. Al detenerse sobre el punto focal de esa zona de la ciudad, destaca el famoso Centro Gallego que albergaba al Teatro Nacional (después García Lorca y actualmente Teatro Alicia Alonso). Nos pide que lo miremos con ojos nuevos para que notemos que es una de las cosas más raras que puedan verse y, citando a Dalí y su frase de “arquitectura comestible”, casi nos hace ver la fachada disparatada del edificio y arremete aquí con una descripción que seguramente disfrutarán por lo gráfico de sus adjetivos y porque es, sin duda, el mismo estilo de enumeraciones rápidas pero prolijas, tan  barrocas y musicales que usa en sus novelas.  En fin, que habla de La Habana sin idealizarla, pero destilando gusto y amor por ella.

Por último, quiero llamar la atención sobre una digresión con la que comienza su charla y que dará pretexto para entrar al tema de los movimientos políticos con su ingeniosa teoría de la duración de los siglos, en la que expresa que hay siglos cortos o largos en función de su trayectoria histórica y el cumplimiento de determinados hitos, y no en función de su duración cronológica.  Casi se disculpa diciendo que es un poco larga su introducción, pero veremos que es totalmente justificada cuando cierra la charla con la mención de la generación del 30 (año límite para la charla) y las premoniciones del poeta Rubén Martínez Villena sobre el advenimiento de una nueva era de justicia social y, vaticinando él mismo, que el siglo XX probablemente nos lleve un poco más allá del año 2000.

Lamentablemente Carpentier muere en 1980 y no alcanzó a corroborar cómo efectivamente la trayectoria histórica del siglo XX aún está en proceso. No vivió la perestroika iniciada por Gorbachov en 1985; y la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989. Tampoco alcanzó la revolución de las telecomunicaciones que da un gran salto en1962 y ha continuado después del año 2000 con las comunicaciones digitales de alta velocidad que han producido el nacimiento de nuevas culturas y un nuevo territorio no reclamado con más de 2 mil millones de ciudadanos.
La trayectoria histórica del siglo XX está en pleno proceso y marcando nuevas pautas a partir del espionaje cibernético como  los casos Snowden y Asange.  El maestro no vivió el caos creado por el estado islámico y el terrorismo, hechos que han cambiado todos los paradigmas en términos político-sociales y, concordando con él, debo decir que el siglo XX no ha terminado sobre todo porque nuestras naciones vuelven a estar a la espera de una revolución.


Apaguemos la luz, demos tres golpes a la mesa, invoquemos el espíritu del maestro y oigámoslo hablar.

Muchas gracias.