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miércoles, 11 de enero de 2012


Directamente desde el blog del cineasta  Eduardo del Llano,
traigo aquí el artículo de abajo, pero no puedo resistir la tentación de poner al final unas apostillas mías sobre el punto que nos toca de cerca: EL ICAIC.

Del Llano se queja aquí  de que "la mentalidad del empleado intermedio (en Cuba) sigue siendo la misma que durante más de cincuenta años ha tenido (a ) los derechos humanos por una frase obscena, a los artistas por larvas contrarrevolucionarias y a los homosexuales por basura subhumana." y sigue diciendo "que ha desarrollado ( el funcionario) esa mentalidad no porque fuera muy, muy malito, sino porque era ese el deber ser: ha pensado así y obrado en consecuencia con la aprobación y estímulo del gobierno."

 Sitio Oficial de Eduardo Del Llano

DICTADORES DE FILAS

Posted: 11-01-2012 in Sin categoría

Hace unos días me encontré, a la entrada del ICAIC, un grupo de amigos que trabajaron conmigo en Vinci y se disponían a empezar una película de Pichi Perugorría. Me contaron que buena parte de la misma se desarrollaba en el cementerio, pero que las autoridades de la Necrópolis de Colón aún no habían autorizado el rodaje; según ellos, había irrespeto implícito. (Supongo que un gran número de cadáveres habrá protestado). Uno de los funcionarios llegó a decir que si él hubiera estado allí entonces, no habría autorizado a Tomás Gutiérrez Alea a filmar La muerte de un burócrata.
 Al final dieron el permiso.
 Daniel Díaz Torres me contó otra anécdota extraordinaria del rodaje de La película de Ana (con guión suyo y mío) terminado a mediados de diciembre pasado. Filmaban una fiesta cederista en un barrio centrohabanero; no se trataba, por supuesto, de una fiesta real, sino de una puesta en escena, una fiesta modélica, con júbilo, bombillos y cadenetas. Bueno, pues en cierto momento se presentó un funcionario, miembro del Buró Municipal del Partido o algo así, a preguntar quién organizaba aquella fiesta, y por qué ellos no habían sido informados. Aunque le enseñaron las autorizaciones firmadas, el tipo seguía preocupado y suspicaz, no porque hubiera nada raro en la fiesta propiamente dicha, sino porque la felicidad cederista le parecía sospechosa. Como al personaje de Néstor Jiménez en mi corto Pravda, que la gente mostrara iniciativa y alegría le resultaba antinatural.
 El individuo con una parcela de poder te amarga la vida todos los días. Te hace volver mañana porque falta una firma, no te deja pasar, te censura, te oprime. No entiende lo que le explicas, se molesta porque reclames. Ese gran mazacote de funcionarios, dictadores de filas, son un enorme obstáculo en cualquier proceso de apertura. Por más que el gobierno apruebe reformas útiles, necesarias, largamente esperadas, la mentalidad del empleado intermedio sigue siendo la misma que durante más de cincuenta años ha tenido los derechos humanos por una frase obscena, a los artistas por larvas contrarrevolucionarias y a los homosexuales por basura subhumana. Claro que ha desarrollado esa mentalidad no porque fuera muy, muy malito, sino porque era ese el deber ser: ha pensado así y obrado en consecuencia con la aprobación y estímulo del gobierno.
 Para que la transformación de la sociedad cubana funcione habría que criar funcionarios nuevos. El año pasado se eliminó un número de puestos de trabajo innecesarios y se echó a mucha gente a la calle, gente que no tenía la culpa de que esos puestos fueran creados en primer lugar. Alégrense de que yo no sea un político, porque si de mí dependiera, este año echaría a todos los funcionarios. A todos, desde los más conservadores en el Buró Político hasta los que, a nivel de municipio, sospechan de la alegría de la gente.

Mis apostillas al artículo de Eduardo.
 
Como el ICAIC  está dentro del país, y aunque muchos lo creyeran, no es una nube, también pasaba allí, desde el principio,  mucho de lo cual Del Llano se queja. El organismo se llenó de finquitas particulares, de puertas cerradas con secretarias como perros guardianes cuidando la tranquilidad de "jefe".
En el ICAIC, también se sopechó de determinados proyectos, ideas y cineastas;  también nos dijeron muchas veces la famosa frase "este no es el momento para hablar de eso" o "tú no estás preparado para abordar ese tema, espera un poco". En el ICAIC, se dejó de hacer contraloría y por eso desaparecieron los tesoros de los almacenes de Cubanacán y nunca se encontró a los culpables.

Mirándolo bien, es lamentable reconocerlo, el ICAIC también se amoldó al país y  también a sus oficinas llegaron los vicios  de mando que se extendían por el territorio nacional como una inmensa horchata negra que lo iba cubriendo todo. Por eso hoy nos quejamos de que el ICAIC está muriendo, pero el ICAIC refleja como espejo a todo el país.
Hace unos días, mi amigo Kiki Álvarez se preguntaba cuándo comenzó la decadencia del ICAIC.   En mi opinión, le respondía yo, había comenzado desde su nacimiento, por haber copiado el método vertical de ordeno y mando. Nunca hubo horizontalidad en el ICAIC, a imagen y semejanza de la forma de mando en todo el país. El principio del fin, fue desde el principio y perdonen el retruécano.
Eduardo ofrece como solución  "criar" funcionarios nuevos, pero yo creo que lo necesario es cambiar el caldo de cultivo en el que estos se reproduce. Es decir, el sistema.

2 comentarios:

  1. El ICAIC comenzó su decadencia a partir de la caída del bloque socialista -esta es mi opinión-quizás incluso un poco antes, pero no siento que desde sus principios haya estado condenado al fracaso.
    De él ya no queda nada, hubo un ICAIC que propiciaba la creación a pesar de los funcionarios mediocres que hacían las veces de censores, esos, como todos los mediocres con poder, te decían: tu documental está bien pero tienes que quitar esto o aquello porque puede no gustarle al PC, al Ministerio tal o más cual... o a Vilma Espín y a la FMC... como te sucedió con "No es tiempo de Cigueñas", algo de lo que fui testigo con el censor de turno que todos conocimos.
    Incluso cuando no había nada que objetar, siempre quedaba claro que la decisión final no era de los directores sino de los censores.
    Sin embargo, siempre pudo escaparse por debajo de la mesa algún proyecto y ahí está Alicia en el Pueblo de Maravillas para contarlo, aunque después la cinta lo pagara caro.
    Quizás ya no exista el ICAIC, como lo conocimos y a estas alturas creo que lo soñamos, pero la voluntad de crear, disentir y expresarse libremente sigue viva, contra eso no hay censor, funcionario ni gobierno que pueda.

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  2. Adoro la historia -no suficientemente documentada aún- del ICAIC. Se que está feneciendo, empezando a desaparecer tal como lo conocimos. Ni me alegro ni lo lamento, es la ley de la vida, del cambio. Creo que ya jugó su IMPORTANTE papel en la historia del cine cubano. Con más virtudes que defectos, ahí está, reconocido, gracias al trabajo de sus cineastas. El mérito de A.Guevara es incuestionable, el trabajo de Julio G. Espinosa, de Saúl Yelín, de Héctor G. Mesa en la Cinemateca está lleno de momentos gloriosos, pero eso no impide ( por ciego agradecimiento) negar los errores de un estilo de dirección, que es a lo que me he estado refiriendo. No añoro aquel ICAIC, después de todo, me tocó la raspita. Pero no creo que debamos culpar a factores externos ( la caída del bloque socialista, el imperialismo, los ciclones, el subdesarrollo) de aquello que no pudimos mantener sobre todo por una forma de dirigir que no se caracterizaba por el diálogo, lo que yo llamo "vertical". El ICAIC fue de lo mejor, entre lo mucho que se hizo en el plano cultural ( sé bien que algunos hoy no desean reconocer nada, pero yo si y no me hace falta mencionar ejemplos) pero ¿por qué no analizar friamente la historia y ver, ahora en retrospectiva, los errores -sobre todo, para no volver NUNCA MÁS, sobre ellos- dando paso a una nueva forma de organización, menos vertical y más democrática?
    El ICAIC, nació una gran estrella, una supernova, que traía dentro ya, los gases hirvientes de su propia destrucción en la forma -imagen y semejanza- de un sistema de dirección que se replicó en todo el país.

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