Mi querido Kiki,
Me impacta este escrito tuyo, tan lleno
de preguntas sin respuestas y, rebosante a la vez, de tantas respuestas
encontradas por ti. Por eso me
apuro a escribirte unas notas rápidas.
Entiendo tu angustia, ese grito desesperado que no clama, como bien
dices, por volver a lo anterior, sino por ponernos a tono con los tiempos. Pero
deseo hacerte notar algo que ya sabes y es que el cambio no debe ser desde el ICAIC, el cambio se requiere -se vislumbra claramente en tu
escrito- en todo el país, que ha quedado como dices, "desconectado."
Estoy totalmente de acuerdo contigo, casi
nada que agregar. Sí intentaría ensayar una respuesta a una de tus preguntas
que es donde me parece ver el meollo de tu preocupación, como aquella de ¿Dónde
comenzó la decadencia?
Para mí, la decadencia, comenzó a
gestarse desde el mismo nacimiento del ICAIC; empezó a morir desde el mismo
momento de su nacimiento y comenzó esa muerte por la forma de dirigir de sus
fundadores, en ese diseño que todavía persiste y del que tú ahora te quejas.
El ICAIC surgió hermoso, como hermoso era
el fenómeno cultural que le dio vida, pero a imagen y semejanza de aquel: con un jefe, un líder incuestionable e incontestable y una
estructura totalmente piramidal y vertical que no se regenera porque no se le
permite echar brazos ni raíces profundas y largas que se alejen demasiado del
tronco. Mucho menos regar semillas
para el surgimiento de empresas similares
y competitivas. Te recuerdo que no se aceptó nunca la competencia de la
televisión, de la Fílmica de las FAR o de otros esfuerzos, impedidos de crecer
como la sección de cine del pedagógico donde tú empezaste con muy buen pie, por
cierto. Es viejo el reclamo que persiste
para que las obras audiovisuales hechas en la televisión tengan su espacio en
el Festival de Cine. El cuerpo cinematográfico de un país, no puede crecer de esa
manera, está condenado a la inanición y por tanto, a la parálisis y la muerte,
atado y mutilado como un bonsái.
Eso es lo que estamos viviendo ahora. Las amarras, los cortes y mutilaciones empezaron desde el
principio y si resistió un poco
–tal vez hasta los setenta- fue porque estaban allí, todavía dando la cara
algunos nombres altos del cine como Titón. Ya sabemos la suerte de otros realizadores de la vieja
guardia. Tal vez algún día aparezcan otros manuscritos y testimonios, firmados
por otras manos. Ahora mismo me pregunto qué tendría que decir Luis Felipe
Bernaza, Bernabé Hernández, Oscar Valdés, Manuel Octavio Gómez; qué diría
Humberto, si lo agarráramos a lo cortico. Y no mencionemos a algunos de los vivos, ellos todavía
están a tiempo de pedir la palabra.
En cartas posteriores a esa misma que
mencionas del libro Volver
sobre mis pasos, con sólo unos días de
diferencia, se advierte claramente la temprana y angustiosa lucha de Titón por
ser escuchado, por la ausencia de respuestas del jefe máximo. Más de una vez, lo dejaron con la
palabra en la boca y no hicieron caso de sus propuestas, reclamos, desacuerdos
e injusticias con él y otros realizadores.
Hablas del no seguimiento de los
productores a las películas y de la inexistente política para la carrera internacional de las
mismas. Tu reclamo de ahora sólo se diferencia de aquellos de Titón en que hoy,
contrastadamente, el estado no tiene planificado recursos para el cine y porque hoy el cine cubano no está de moda,
porque tampoco está de moda ya la revolución. Siempre fue así en el
ICAIC, esa enfermedad lo carcome desde sus primeros días.
Los métodos autoritarios, las oficinas cerradas, el asco por los
“gordos” de producción, el
desprecio al diálogo con productores, camarógrafos y directores de
fotografía, ahora te lo recuerdo, empezó muy pronto. Era una cuestión de estilo que marcaba la elite
dirigente. La revolución se fue
aislando y de la misma manera, se fue aislando cada uno de sus "alter
egos" institucionales.
Yo entré al ICAIC a finales de 1975 y ya
en ese momento el séptimo piso era un lugar vedado, de puertas cerradas; la oficina de Jorge Fraga en el quinto
piso, era para elegidos. Las secretarias de los jefes eran unas barreras infranqueables. Titón, ahora lo sabemos, se desgastaba escribiendo memos,
cartas, reclamos y no tenía respuestas.
El ICAIC, que debía su nombre
internacional y toda su prosapia a los realizadores, no era de éstos, desde muy
temprano. El ICAIC era de su jefe máximo y los jefes intermedios, empezaron poco a poco a copiar su estilo en sus
áreas de mando.
En fin, querido Kike, que en principio (sólo) “fue el verbo” pero de él a las acciones se abrió una gran brecha
y pasada la gloria de los primeros
días, el sueño –verbo- envejeció
y se envileció y con él, los que
lo enarbolaron en los primeros tiempos. El cuerpo del árbol fue muriendo a pesar de que los
que vinimos después intentamos mantenerlo vivo. Demasiado tarde nos damos
cuenta que no se trata de mantener
vivo un solo árbol, es necesario el bosque. Por tanto, no creo que el ICAIC
pueda refundirse como árbol ( nuevo) ni siquiera re- fundarse. Los tiempos son
otros y ya lo vemos venir en todo el país. Ahora, a los que hacen el cine nacional –entre ellos tú- no les
debe interesar un organismo que
les dirija los pasos, no necesitan jefes que los acompañen y les vigilen bien
asidos de las manos, sino muchas opciones, muchos espacios libres para la
creación.
Los niños lanzaron la regadera, han
crecido y se van a buscar nuevos bosques variados, abiertos y libres. Curiosamente “la adultez” está en manos
de los más jóvenes.
El ICAIC ya jugó su papel y tiene que dar
paso a nuevas formas de organización. ¿Si el estilo y el diseño hubiese sido diferente,
tendríamos hoy un ICAIC diferente? Es posible, pero igual habría tenido que
reinventarse constantemente para sobrevivir y eso fue lo que no se hizo.
Hay que seguir regando, sin descanso, pero en nuevos huertos.
ME GUSTO TU BLOG, TAMBIEN SOY DEL PUEBLO Y TODO LO QUE TENGA QUE VER CON EL ME ENCANTA.
ResponderEliminarEL PROBLEMA ES QUE ESTOY EN FACEBOOK Y NO ESTOY EN LO PIDEN EN EL PERFIL Y POR ESO NO PUDE PONER MI PERFIL.
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