Me siento muy honrado y satisfecho por las obsequiosas observaciones que ha hecho esta revista digital sobre nuestro filme. Aquí está. Gracias nuevamente.
Dauna, lo que lleva el río LA UNIVERSALIDAD DE UNA HISTORIA LOCAL, por Luis Bond
Venezuela
es un país complicado de retratar en la gran pantalla. El llanero, el
gocho, el maracucho, el pescador y el citadino tienen a su vez
subdivisiones que se pierden en interminables ramajes. Caer en lugares
comunes o escarbar en una primera capa es algo muy sencillo cuando
queremos explicar qué es ser venezolano. Ni hablar de esas
fotografías de postal que enseñan a Venezuela en todo su esplendor, pero
que terminan transformándose en una muletilla visual cuando se graban
ciertos paisajes del país. Sin lugar a dudas, uno de los temas más
susceptibles de caer en el cliché visual es el indígena, sobre todo por
el gran trabajo documental que se ha hecho al respecto, abrumando
cualquier intento de hacer ficción del mismo. Una labor que encaró con
valor Mario Crespo y que comienza a cosecharle frutos. Después de su
merecido estreno en Berlinale llega a nuestra cartelera Dauna, lo que lleva el río,
la primera película venezolana hablada casi por completo en warao y
cuya localidad sirve de reflejo para contar una historia harto
universal: la lucha de una mujer contra la sociedad y sus ganas de
trascender en el tiempo.
Dauna, lo que lleva el río
narra la vida de Dauna (Yordana Medrano), una joven warao que desde muy
pequeña se interesó por aprender castellano y ver más allá de las
fronteras que le imponen las tradiciones de su etnia. Algo que le traerá
choques con su familia, su etnia y su amor platónico Tarsicio (Eddie
Gómez). A través de un guión diacrónico, conocemos la infancia,
adolescencia, adultez y vejez de Dauna, sus triunfos, contratiempos y a
todo lo que tuvo que enfrentarse para salir de su comunidad y cumplir
sus sueños. Contrario a lo que podría pensarse, el fin último de Dauna
no es viajar a la ciudad y olvidarse de sus raíces: sus ansias por
aprender son precisamente para darle a conocer al mundo la cultura
warao, investigarla y dejar registros de sus ancestros. Una labor que
parece encomiable, pero que será mal interpretada por su comunidad,
haciendo que Dauna sea rechazada por todos. Por suerte, la joven warao
contará con el apoyo de un pastor (Diego Armando Salazar) y su padre
para lograr sus metas y hacerle frente a todas las contrariedades que le
suceden.
Desde su primer plano hasta el último, Dauna, lo que lleva el río
transpira sinceridad. Más allá de su historia, la película tiene una
puesta en escena sencilla, austera e intimista. La cámara de Mario
Crespo se pasea casi de forma documental a través de la vida y
tradiciones de los warao, pero sin sucumbir a la belleza del paisaje o
la curiosidad antropológica. Por supuesto, en su metraje conseguimos
retratados varios aspectos de esta etnia indígena (como su mitología,
ritos, comidas y tradiciones), pero todo esto sirve como el telón de
fondo en el cual Dauna se mueve, separándose por completo de cualquier
tentación de perder el hilo narrativo de la ficción. Un esfuerzo
encomiable al ser muy fácil el sumergirse en una cultura tan interesante
y con paisajes que hipnotizan. A esto se suma un casting de
primera y actuaciones convincentes que logran expresarse más a través
del silencio y de los gestos que por el diálogo. El éxito de Dauna, lo que lleva el río,
radica en no quedarse en la anécdota local y utilizar una historia
pequeña para reflejar algo muchísimo más grande de lo que parece. La
lucha de Dauna es la misma que la de muchas mujeres que intentan superar
los límites que la sociedad les impone. Una batalla que, a su vez,
fácilmente podría ser el espejo de cualquier persona en cualquier
contexto, identificándonos con la joven warao desde que conocemos su
historia. Gracias a esto, la película logra esa difícil tarea -y que
tanto tenemos que trabajar en nuestra filmografía- de poseer sabor
venezolano, ser autóctona y local, pero sin por eso perder su
universalidad. Una de las grandes películas de este año y de las que se
han atrevido a sumergirse en la cultura indígena para ver más allá de lo
evidente. Esperemos que el recorrido por festivales de de Dauna, lo que lleva el río siga su curso para que nos siga representando en el extranjero como debe ser.
Lo mejor: El guión
diacrónico que engancha desde el principio. La dirección de fotografía.
El casting de toda la película. Las actuaciones de los principales. Su
puesta en escena casi documental. La utilización del recurso de la
animación para explicar los mitos indígenas.
Lo malo: Llega con muy pocas copias a nuestra sala. Su trailer no engancha y la pinta como si fuese una película por encargo para promover la cultura indígena. Por su tempo, puede llegar a ser lenta para algunos.
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