#CINEVENEZOLANO #DAUNA
A primera vista parece un documental
antropológico pero no lo es. Se trata, esencialmente, de un drama de
fuerte carácter femenino ambientado en la comunidad warao del Delta del
Orinoco, desde mediados de los cincuenta hasta nuestros días, aunque en
rigor esta historia podría suceder en cualquier sociedad o cultura de
los cinco continentes. El poder de la tradición —labrado desde la
perspectiva masculina— sobre las necesidades físicas y emocionales de la
mujer es universal, como universal es también la lucha de la mujer para
cambiar sus condiciones de limitación. Allí reside el concepto
principal de Dauna, lo que lleva el río, primer largometraje de
ficción de Mario Crespo, cineasta cubano asentado en Venezuela desde
hace décadas, con una larga trayectoria en el documentalismo y el cine
para televisión tanto en Cuba como en Venezuela. Su film narra la vida
de Dauna, desde niña hasta adulta, como corriente que fluye desde la
inocencia hasta la rebelión. Como un río. Se trata de la lucha eterna
entre tradición y modernidad, dos conceptos distintos pero necesarios.
La historia de una mujer que requiere avanzar y ampliar sus horizontes
permite comprender las limitaciones conceptuales ybprácticas de una
sociedad, ya sea warao, criolla o universal.
Narrada de forma multitemporal, la
película de Crespo expone el ansia de superación y la triple condición
de sometida de su personaje: la tradición familiar indígena, la
hegemonía masculina y la ausencia de institucionalidad educativa en la
región. Sus sueños de desarrollo intelectual la conducen a aprender el
español porque la lengua original es la patria emocional —como decían
los polacos, tantas veces invadidos, siempre resistiendo— pero también
puede ser una prisión del alma. Gracias a un sacerdote que habla warao
—el padre Julio— la Dauna niña comprende sus posibilidades de abrirse
camino en el plano intelectual y creativo, fuera del Delta del Orinoco.
Su familia la apoya, también Tarcicio, su novio, pero en un momento dado
se quiebra la armonía. Tradición o modernidad. Ese dilema inicial se
convierte en postulado de liberación con el tiempo. Y Dauma es fiel a sí
misma, a su cultura y a sus posibilidades de crecer. Este proceso
personal está muy bien contado en la medida que Crespo ha rechazado el
folclorismo y la visión maniquea para construir la densa red emocional
de su Dauna y los personajes que la rodean.
De cierta manera la película propone un
parábola entre el destino de Dauna y su comunidad warao. Ambos deben
conservar sus raíces pero también deben plantearse los retos de la
globalidad. Borrar las fronteras artificiales, establecer vínculos
culturales, ampliar sus miradas, cuando la tecnología ha transformado de
manera radical las relaciones entre los seres humanos y ha ofrecido
mayor acceso al conocimiento. Pero ese choque no sólo lo registra la
tradición warao. También lo sufre la Iglesia, cuyas autoridades limitan
la vocación transformadora del padre Julio y lo obliga a abandonar su
oficio… mas no su fe. Curiosamente, quien más apoya a Dauna es su padre,
quien no habla español pero entiende las necesidades de su hija.
En Venezuela hay una larga tradición de
documentales sobre el tema de las etnias originales. Pocas obras de
ficción. Antes vimos Tokyo Paraguaipoa, de Leonardo Henríquez, Cenizas eternas, de Margarita Cadenas, y Wayú, la niña de Maracaibo,
de Miguel Curiel. Las tres están narradas desde una perspectiva
foránea. Un japonés, una caraqueña o un vasco actúan en la Goajira o el
Orinoco. Ahora cambia la visión. Dauna, lo que lleva el río es la segunda película venezolana de ficción hablada en idioma indígena. La primera fue El regreso,
de Patricia Ortega, en lengua wayu con subtítulos en castellano. Ambas
comparten el punto de vista interno, en el espacio de los warao o de los
wayú. Las dos hablan sobre el futuro de sus etnias.
Crespo logró una admirable unidad de
estilo que se expresa en el trabajo de la imagen de Gerard Uzcátegui, el
ritmo de la narración de Fermín Branger, la precisión de la
ambientación de Yvo Hernández, la expresividad sonora de Gustavo A.
González y la cadencia de la música de Alonso Toro. También esa unidad
se apoya en las muy convincentes actuaciones de Francia Torres, Yordana
Medrazo, Tibisay Torres y Teresa Farrera, en las cuatro etapas de la
vida de Dauna, y de Diego Armando Salazar como el padre Julio, y Alí
Bolaños como el padre de Dauna. No hay que olvidar a Marco Antonio
Figuera, Yonh Maikel Figuera y Eddie Gómez en las tres etapas de
Tarcicio. Los intérpretes warao contaron con el asesoramiento del
reconocido actor venezolano Dimas González.
Pero esa unidad debe sobre todo su
armónica coherencia al trabajo guionístico, nada fácil, muy complejo, de
Isabel Lorenz y el propio Crespo. La película está contada desde la
mirada subjetiva de su personaje principal. Toda la trama se arma
alrededor de ella. Los tiempos se alternan, las circunstancias cambian,
el drama se desarrolla y serpentea, pero siempre Dauna está allí, con su
razón y su lucha, también con su afectividad.
Una reflexión final. Varias de la
últimas óperas primas nacionales —no todas, afortunadamente— han querido
universalizarse y abstraerse de la realidad venezolana. En un país
donde la cotidianidad nos abofetea. Ejecutan una suerte de ruptura con
la tradición de cine social que se ha hecho en Venezuela desde los años
sesenta. Siento que hay un mayor vínculo con la técnica narrativa que
con lo que nos sucede como país. Un distanciamiento no brechtiano sino
vergonzoso. En ese panorama se presenta, en cambio, Dauna, lo que lleva el río,
como un film referido directamente a una etnia y un país, a una cultura
y una realidad muy concreta, muy local pero también universal. Una
película importante que se aparta del camino de las convenciones.
DAUNA, LO QUE LLEVA EL RÍO,
Venezuela, 2014. Dirección: Mario Crespo. Guion: Isabel Lorenz y Mario
Crespo. Producción: Adriana Herrera, Fermín Branger, Isabel Lorenz y
Mario Crespo. Fotografía: Gérard Uzcátegui. Edición: Fermín Branger.
Sonido: Gustavo A. González. Dirección de arte: Yvo Hernández. Elenco:
Yordana Medrano, Diego Armando Salazar, Eddie Gómez, Teresa Farrera,
Tibisay Torres. Distribución: Cinematográfica Blancica.
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