El título de una película puede cambiar muchas veces mientras el realizador va rumiando, anotando, escribiendo escenas y diálogos o al dar a leer su tratamiento a los amigos que le hacen notar cosas que él mismo no había advertido en su historia. Hay quienes van anotando posibles títulos para la obra. Otras veces no. Se escoje un título de trabajo y con ese es bautizado en las oficinas de derechos de autor. Lo que es invariable es el hecho de que se van descubriendo cosas nuevas cada día que pueden hacer variar el enfoque y con esto, tal vez, el título. Es que el guión es algo vivo. Tan vivo, que tiene un momento de gestación, nacimiento, desarrollo y un día muere con el comienzo del rodaje. O pudiéramos decir que se transmuta en otra obra que ya será distinta de la que había en el papel. Cuando aparece una idea, que puede inspirarse en un suceso de nuestra vida, una noticia de prensa, un verso de un poema, una imagen que vimos desde la ventana del autobús; la primera intención es nombrarlo aunque no sea más que para identificarlo y diferenciarlo de los otros argumentos. Esa idea empieza a dar vueltas en la cabeza, se revuelca una y otra vez con las neuronas y entonces uno empieza a tener una sensibilidad especial para captar señales del exterior. Todo lo que se ve, se escucha, se lee y se vive, nutre a ese pequeño mounstruo que se gesta en uno como un ser de varias cabezas. Va formándose y creciendo en forma de sucesos y personajes que comienzan a moverse, hablar y a tener personalidad y carácter propios. Una larga gestación a veces. Y también traumática, pues puede llegar a atormentar o distraer cada vez más. Uno a uno ( pueden turnarse malévolamente), o todos juntos, los personajes te despietan de madrugada, con una frase que te martilla en la cabeza, con una discusión o un acto temerario que pone en riesgo sus vidas. Y así van creciendo y con ellos el guión y uno se olvida del nombre de la obra, ya eso no importa y muchas veces ese primer nombre acompaña al guión hasta el momento mismo del rodaje o la post producción y la fuerza de la costumbre impide que uno sienta la necesidad de cambiarlo, aunque también puede aparecer un elemento que nos ponga entonces a pensar nuevamente en el tema título.
En el caso de LO QUE LLEVA EL RÍO, en sus catorce versiones, aparecieron y
desaparecieron personajes; se fue cambiando la fecha de inicio de la historia;
el nombre de la protagonista y sus diferentes relaciones sociales. Ella, primero se llamó Mare y en el largo proceso de investigación,
validación de datos y escritura, desccubrimos que Mare, en la literatura
mitológica de los warao, es una muchacha alegre que siempre ríe y que parece es
de una vida “algo fácil” pues ella desapareció un tiempo de su comunidad y un día
regresó bailando y repartiendo sonoras carcajadas y, según el padre Barralt, mare significa “alegre y musiquero, que ameniza.” Definitivamente, no convenía ese nombre.
Buscando otro, Carmen Medrano, warao, de Araguaimuo, nos sugirió Dauna, que significa, monte, selva
tupida para ellos. Nos pareció bien y la
rebautizamos a partir de la cuarta o quinta versión como Dauna, pero el guión
para nosotros se titulaba NAIWAKÁ.
Lo que lleva el río. La palabra Naiwaká la tomamos del diccionario del padre Barralt en el que
aparece como “deslizamiento lento de un líquido” y nos pareció más relacionado con la historia
de Dauna, su historia de amor y el desarrollo lento e indetenible de una
cultura. Así llegó con este título hasta
la etapa de la pre producción, pero ya en la zona de San Francisco de Guayo,
preparando el rodaje, Mario Torres, uno de nuestros lancheros, nos dijo
que en esa zona en la que filmaríamos,
la palabra naiwaká con esa acepción de “derramarse o fluir lento de un líquido”,
se usaba también para referirse a la menstruación de la mujer. ¡Nos pareció
providencial! Para esta historia de amor, de género, sobre la vida de una mujer
de una etnia donde la menstruación tiene varios significados importantes,
algunos de ellos tabú, nos venía como anillo al dedo la palabra en el título.
Pero mi amigo Torres no pensaba igual y algunas mujeres tampoco. Lo veían
feo. Se acabó. Quitaríamos el Naiwaká y
lo dejaríamos sólo como LO QUE LLEVA EL RÍO. Después detodo, siempre me interesó
este título que estuvo desde los primerospapeles, me interesa significar a la
cultura como un grande y caudaloso río
que arrastra consigo muchas corrientes, muchas cosas, que contiene de todo en
su cuerpo ancho e imparable.
Nos vimos de vuelta entonces a los trámites burocráticos ante las oficinas de CNAC y de derecho de autor, para al fin dejar el título primigenio y lleno de significados por lo que no me irritaba sino que me sentía aliviado. Con el título original Naiwaká, que se ve en las claquetas, filmamos mientras se hacían los cambios en papeles y también pasamos toda la etapa de post producción y llegamos al momento de estrenar y exhibir al fin LO QUE LLEVA EL RÍO. Entraron en escena los distribuidores en Venezuela y objetaron el título y alegaban que el filme debería llamarse DAUNA, como la protagonista, por ser el nombre de una mujer. Así, cuando ya creíamos que lo del título estaba resuelto y terminado, empezo de nuevamente la angustia por nuevos cambios y yo, a defender mi querid título hasta que apareció un argumento irrebatible. Una colega estrenó en Venezuela un magnífico documental llamado El río que nos atraviesa realizado en paisajes del oriente del país e involucrando un río y a indígenas. En CINES UNIDOS preocupaba que la asociación con la palabra río y los paisajes, hiciera pensar a los espectadores venezolanos que ya habían visto la película y escogieran otra opción. Tuve que vencer mi resistencia de nuevo y ceder ante la justificada preocupación de quienes tienen la experiencia de poner una película en pantalla. Así, en Venezuela veremos la película con el nombre de DAUNA. Lo que lleva el río y en el exterior será exhibida como Lo que lleva el río.
En todo caso, lo que es importante para mí, es que esta historia de amor sea bien recibida por el público y que las ideas que propone sirvan para la reflexión acerca del valor de la mujer y sobre la necesidad de ciudadanías y democracias multiculturales.
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