En esas tierras bajas el agua es ocre casi todo el año, las gentes de allí tienen la piel que va del canela al aceituna y los atardeceres se tiñen con un sol que llega a verse hasta su último destello, ya virtual, sobre las aguas, aportando un tono dorado al paisaje.
El vestuario, aún siendo muy sencillo y más bien de poca factura, era muy importante, pues la escenografía ya sería muy sencilla, tal como son las casas en forma de palafito en las que viven los warao. No habría cuadros, floreros, muebles ni cortinas. En estas sencillas casas sin paredes, sólo el fogón en un rincón y las diversas cestas y las hamacas hechas con fibras de la zona, también de colores ocres, serían todo el decorado y en medio de éste escenario, ellos, con el color de su piel y sus ropas, modestas, lavadas una y otra vez en las aguas llenas de sedimento del delta del Orinoco. El primer reto para conseguir lo que yo buscaba en cuanto al color, estaba en encontrar un diseñador que nos hiciera el vestuario con pocos recursos y que estuviera dispuesto a irse al delta, toda vez que la mayor parte del trabajo se desarrollaría allá. No podíamos traer a todo el elenco indígena y hacerlo atravesar el país para hacer pruebas. Tampoco estar viajando constantemente desde Caracas hasta el delta trasegando telas y confecciones. Nos estaba prohibido por el presupuesto pero además, la producción deseaba dejar la mayor cantidad de beneficio económico en las comunidades, encargando el vestuario, los accesorios y la ambientación y utilería a los artesanos locales. De ahí la necesidad de que se hicieran bocetos de escenografía y vestuario atendiendo a mis criterios e insistí mucho en esto para poder discutir sobre el papel, con el director de fotografía y el resto de los colaboradores, qué color y en qué matiz sería cada objeto de utilería y ambientación, cada vestuario que apareciera en pantalla.
Yo imaginaba estos tonos de abajo, no sólo en lo que estaría frente a la cámara sino en la colorización de la película, ya en laboratorio. Si lograba lo que hay aquí abajo, la película tendría el "look" que yo soñaba.
Adriana Herrera, la directora de producción, me dijo que conocía a un chico que había trabajado con ella en De repente, de Luis Armando Roche, que no tenía mucha más experiencia en cine, pero sí en diseño de ropa para pasarela y espectáculos. ¿Sabe dibujar, diseña en papel? fue mi pregunta.
Si, le diré que te envie muestras de sus trabajos. Me dijo y lo llamó inmediatamente.
Unas horas después estaba viendo en mi computadora unos bocetos para teatro y también unos diseños de moda, que me asombraron por la calidad del dibujo. La sensibilidad y el gusto que destilaban esos dibujos me decía que allí había alguien con quien se podría trabajar. Eran los trabajos de Juan Carlos Vivas.
Al otro día estaba frente a mí Juan Carlos. Me costaba escuchar lo que decía, nervioso en sus gestos, no levantaba la voz y hablaba muy rápido y aunque pasa los treinta y cinco, parecía un adolescente asustado. Yo me preguntaba si no estaría cometiendo un error al aceptarlo impelido por la premura, pero vi en seguida que Juan Carlos tenía talento suficiente y que yo estaba muy claro de lo que deseaba en cuanto a color y diseño en la película y esto era lo que se necesitaba, así que decidí correr el riego. Por su parte él en ningún momento dijo: eso es fácil, cuenta con eso, "te lo tengo" o eso es pan comido para mí. Expresiones que inmediatamente me ponen alerta con la duda. No desprecio la auto confianza en las capacidades personales, pero ya he aprendido que los "echones" te dejan decepcionado muchas veces. Todo lo contrario en Juan Carlos, parecía querer convencerse a sí mismo de que podría hacerlo y se fue de aquel primer encuentro sin garantizarme nada. Sólo un "voy a intentarlo" y eso me gustó, por sincero. Días después me trajo más cosas para mostrarme y yo le entregué el guión y literatura sobre el Delta con abundantes fotos, pero desapareció. Dejó de llamar, nadie sabía nada de él. Había dicho que tendría que hacer un viaje pero no nos dijo cuándo y cuánto tiempo. Entonces di la orden de indagar por otro diseñador, el tiempo se acababa, porque teníamos que estar filmando en el Delta del Orinoco antes de abril para evadir las lluvias de mayo y ya iba terminando enero. No podía esperar más.
Fue entregándome poco a poco propuestas para cada personaje. Cuando yo creía que iba a parar con los papeles principales, se presentó con bocetos para todos los personajes de menos aparición y además propuestas de accesorios. Cada día colgaba en una carpeta de drop box algunos diseños y después venía para discutirlos conmigo. Para cada personaje me proponía varios diseños, que confrontábamos con mi idea del color y sus matices y decidíamos con cual nos quedaríamos. De todo lo propuesto por Juan Carlos, sólo deseché la idea de usar el guayuco ( taparrabos) típico que ya usan muy pocos hombres pues desde los años 40 del siglo XX comenzó a desaparecer ante la negativa de los capuchinos a la desnudez y por mi parte yo quería ubicar bien el drama en un momento en que ya la inter culturalidad con todos sus defectos, traumas y virtudes, estuviera avanzada para justificar el odio de Tarsicio por lo foráneo y su miedo a la amenaza que representaba Julio y todas las ideas que alentaba en Dauna.
Al fin, fue una suerte hallar a un diseñador dispuesto a trabajar con tan pocos recursos, tantas dificultades y tan poco tiempo, pero sobre todo, porque desde el principio entendió perfectamente lo que yo buscaba. No pude tener un diseñador mejor que Juan Carlos.
Al fin, apenas a unas semanas de comenzar el rodaje, hicimos la única prueba de vestuario. La producción había traído desde el delta a Caracas a Eddie Gómez ( Tarsicio); Yordama Medrano, ( Dauna adulta) y aquí teníamos a Diego Armando Salazar para el padre Julio y a la señora Teresa Ferrara que representaría a la Dauna anciana. Los demás actores, todos warao, estaban en el Delta y era imposible por razones de tiempo y presupuesto, traerlos a todos a Caracas. Había que ver los vestuarios e imaginar cómo se verían sobre el cuerpo de los actores. Fue muy agradable ver cómo se iban concretando todas las ideas ya en el vestuario y empezamos a respirar tranquilos.
De este trabajo para el vestuario quedó una guía perfecta para el resto de los colaboradores de la imagen, el escenógrafo y el utilero, los productores de arte para la artesanía y la ambientación indígena, todos se guiaban por aquella paleta de colores que había elaborado el eficiente y nervioso diseñador.
Aquí dejo algunos de sus diseños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu mensaje deberá esperar por el moderador del blog para ser publicado