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miércoles, 20 de agosto de 2014

Del diseño del vestuario a la "paleta" de colores en LO QUE LLEVA EL RÍO

En el cine, no siempre se puede contar con los viejos colaboradores conocidos para que te acompañen en el acariciado y viejo sueño de tu película. Cuando se logra el financiamiento para filmar, uno se enfrenta a la tarea de conformar el staff y conseguir que todo aquel que se desea tener al lado, esté disponible o pueda embarcarse en la aventura que le proponemos, sobre todo si ésta es complicada por las fechas o  por la ubicación geográfica de las locaciones. Esto último fue el caso de LO QUE LLEVA EL RÍO: se filmaría casi en su totalidad en el delta del Orinoco, en una comunidad indígena. Me sucedió así, que no pude contar con Gerald Römer como director de arte, pues estaría de viaje desde que comenzamos la pre producción; tampoco pude tener a otros colegas que añoraba, pero sí tuve la satisfacción que quienes sustituyeron mis expectativas, fueron excelentes profesionales y cumplieron muy bien con su trabajo.    Llegan al equipo entonces colaboradores totalmente desconocidos para uno que sorprenden calladamente, sin alardes ni aspavientos; más bien exhibiendo lo que parece inseguridad y timidez y al final se descubre que es modestia y gran respeto por su trabajo.  Una de estas sorprendentes personas fue Juan Carlos Vivas, nuestro diseñador de vestuario.

Desde que comencé el trabajo de guión,  me planteé que el color de la imagen debía reflejar los matices del Delta, un color que oscilara del marrón a los beige,  pasando por el verde de la vegetación  que en aquel lugar tiene tonos muy intensos y oscuros. No deseaba tener rojos ni azules pero si éstos llegaban a aparecer, deberían tener una clave muy baja.  Ese color que  llamamos "quemado".
En esas tierras bajas el agua es ocre casi todo el año, las gentes de allí tienen la piel que va del canela al aceituna y los atardeceres se tiñen con un sol que llega a verse hasta  su último destello, ya virtual,  sobre las aguas, aportando un tono dorado al paisaje.

El vestuario, aún siendo muy sencillo y más bien de poca factura,  era muy importante,  pues la escenografía ya sería muy sencilla, tal como son las casas en forma de palafito en las que viven los warao. No habría cuadros, floreros, muebles ni cortinas.  En estas sencillas casas sin paredes, sólo  el fogón en un rincón y las diversas cestas y las hamacas hechas con fibras de la zona, también de colores ocres, serían todo el decorado y en medio de éste escenario, ellos, con el color de su piel y sus ropas, modestas, lavadas una y otra vez en las aguas llenas de sedimento del delta del Orinoco.   El primer reto para conseguir lo que yo buscaba en cuanto al color, estaba en  encontrar un diseñador que nos hiciera el vestuario con pocos recursos y que estuviera dispuesto a irse al delta, toda vez que la mayor parte del trabajo se desarrollaría allá. No podíamos traer a todo el elenco indígena y hacerlo atravesar el país para hacer pruebas. Tampoco estar viajando constantemente desde Caracas hasta el delta trasegando telas y confecciones.  Nos estaba prohibido por el presupuesto pero además, la producción deseaba dejar la mayor cantidad de beneficio económico en las comunidades, encargando el vestuario, los accesorios y la ambientación y utilería a los artesanos locales.   De ahí la necesidad de que se hicieran bocetos de escenografía y vestuario  atendiendo a mis criterios e insistí mucho en esto para poder discutir sobre el papel, con el director de fotografía y el resto de los colaboradores, qué color y en qué matiz sería cada objeto de utilería  y ambientación, cada vestuario que apareciera en pantalla.

Yo imaginaba estos tonos de abajo, no sólo en lo que estaría frente a la cámara sino en la colorización de la película, ya en laboratorio. Si lograba lo que hay aquí abajo, la película tendría el "look" que yo soñaba.
 Adriana Herrera, la directora de producción, me dijo que conocía a un chico que había trabajado con ella en De repente, de Luis Armando Roche, que no tenía mucha más experiencia en cine, pero sí en diseño de ropa para pasarela y espectáculos.  ¿Sabe dibujar, diseña en papel?  fue mi pregunta.
Si, le diré que te envie muestras de sus trabajos.  Me dijo y lo llamó inmediatamente.
Unas horas después estaba viendo en mi computadora unos bocetos para teatro y también unos diseños de moda, que me asombraron por la calidad del dibujo. La sensibilidad y el gusto que destilaban esos dibujos me decía que allí había alguien con quien se podría trabajar. Eran los trabajos de Juan Carlos Vivas.

Al otro día estaba frente a mí Juan Carlos.  Me costaba escuchar lo que decía, nervioso en sus gestos, no levantaba la voz y hablaba muy rápido y aunque pasa los treinta y cinco, parecía un adolescente asustado.  Yo me preguntaba si no estaría cometiendo un error al aceptarlo impelido por la premura, pero vi en seguida que Juan Carlos tenía talento suficiente y que yo estaba muy claro de lo que deseaba en cuanto a color y diseño en la película y esto era lo que se necesitaba, así que decidí correr el riego.  Por su parte él en ningún momento dijo: eso es fácil, cuenta con eso, "te lo tengo" o eso es pan comido para mí. Expresiones que inmediatamente me ponen alerta con la duda. No desprecio la auto confianza en las capacidades personales, pero ya he aprendido que los "echones" te dejan decepcionado muchas veces.    Todo lo contrario en Juan Carlos, parecía querer convencerse a sí mismo de que podría hacerlo y se fue de aquel primer encuentro sin garantizarme nada. Sólo un "voy a intentarlo" y eso me gustó, por sincero.   Días después  me trajo más cosas para mostrarme y yo le entregué el guión y literatura sobre el Delta con abundantes fotos, pero desapareció.   Dejó de llamar, nadie sabía nada de él. Había dicho que tendría que hacer un viaje pero no nos dijo cuándo y cuánto tiempo.  Entonces di la orden de indagar por otro diseñador, el tiempo se acababa, porque teníamos que estar filmando en el Delta del Orinoco antes de abril  para evadir las lluvias de mayo y ya iba terminando enero. No podía esperar más.

Una llamada de Adriana me tranquilizó:  Juan Carlos está en Caracas y mañana te visita con algunas propuestas.  Vino con más libros, fotos, algunos diseños  como propuesta para empezar a dibujar y fuimos ajustando y descartando colores que no me agradaban.   Traía varios juegos de espejuelos, una pipa y fotos de los curas capuchinos fundaron las primeras Misiones en el Delta.  No había perdido el tiempo y entendí que sólo había que dejarlo trabajar en paz.  Le hice jurar que me haría diseños que pudiéramos discutir para cada personaje y escena.  Lo que parecía en guión un trabajo sencillo se convirtió para él en muchas horas de investigación y búsqueda.
Fue entregándome poco a poco propuestas para cada personaje. Cuando yo creía que iba a parar con los papeles principales, se presentó  con bocetos para todos los personajes de menos aparición y además propuestas de accesorios.   Cada día colgaba en una carpeta de drop box algunos diseños y después venía para discutirlos conmigo.  Para cada personaje me proponía varios diseños, que confrontábamos con mi idea del color y sus matices y decidíamos con cual nos quedaríamos. De todo lo propuesto por Juan Carlos, sólo deseché la idea de usar el guayuco ( taparrabos) típico que ya usan muy pocos hombres pues desde los años 40 del siglo XX comenzó a desaparecer ante la negativa de los capuchinos a la desnudez y por mi parte yo quería ubicar bien el drama en un momento en que ya la inter culturalidad con todos sus defectos, traumas y virtudes, estuviera avanzada para justificar el odio de Tarsicio por lo foráneo y su miedo a la amenaza que representaba Julio y todas las ideas que alentaba en Dauna.

Al fin,  fue una suerte hallar a un diseñador dispuesto a trabajar con tan pocos recursos, tantas dificultades y tan poco tiempo, pero sobre todo,  porque desde el principio entendió perfectamente lo que yo buscaba. No pude tener un diseñador mejor que Juan Carlos.

Al fin, apenas a unas semanas de comenzar el rodaje, hicimos la  única prueba de vestuario.  La producción había traído desde el delta a Caracas a Eddie Gómez ( Tarsicio); Yordama Medrano, ( Dauna adulta) y aquí teníamos a Diego Armando Salazar para el padre Julio y a la señora Teresa Ferrara que representaría a la Dauna anciana. Los demás actores, todos warao, estaban en el Delta y era imposible por razones de tiempo y presupuesto, traerlos a todos a Caracas.  Había que ver los vestuarios e imaginar cómo se verían sobre el cuerpo de los actores.    Fue muy agradable ver cómo se iban concretando todas las ideas ya en el vestuario y empezamos a respirar tranquilos.

De este trabajo para el vestuario quedó una guía perfecta  para el resto de los colaboradores de la imagen, el escenógrafo y el utilero, los productores de arte para la artesanía y la ambientación indígena, todos se guiaban por aquella paleta de colores que había elaborado el eficiente y nervioso diseñador.

Aquí dejo algunos de sus diseños.




























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