Dictador, ra Del lat. dictātor, -ōris. Real Academia Española
1.En la época moderna, persona que se arroga o recibe todos los poderes políticos y, apoyada en la
fuerza, los ejerce sin limitación jurídica.
2. Persona que abusa de su autoridad o trata con dureza a los demás.
3. Entre los antiguos romanos, magistrado supremo y temporal, que se nombraba en tiempos de peligro
para la república.
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Los símbolos con los que “adornan” a los presidentes al asumir su cargo
en nuestros países; banda,
escudo de oro al pecho, medallas, espada de Bolívar y la colocación de un
retrato con estos símbolos en todas las entidades públicas (a principio de
siglo XX algunos artistas los retrataban con corona de laurel y capa al más
puro estilo napoleónico) ya predisponen a la obediencia y sumisión y a hacer
creer a los gobernados que este hombre está muy por encima de ellos. Ya la antropología ( Leslie White 1940 citado
por Demetrio Brisset Martín en artículo
Los Símbolos del poder)
denominó a los seres humanos como “animales simbolizantes” por la influencia que
tienen los símbolos en nuestra sicología. La asunción al poder de un hombre
comienza en el acto de su proclamación y a partir de ahí se le empieza a
escuchar a hablar de “el pueblo” por encima del cual se coloca y a los que sustituye en la
toma de decisiones. Empieza así una
evolución del gobernante que, de acuerdo a su personalidad más o menos
democrática, más o menos narcisista, más o menos moral, determinará el estilo
de su gobierno.
Puede parecer falaz que uno
se detenga en este análisis cuando en Venezuela lo que es urgente es un cambio
de gobierno y la sustitución de un régimen a como dé lugar, pero nunca se está
suficientemente resguardado de volver a caer en dictaduras y el ejemplo de la
propia Venezuela es más que elocuente en este sentido. ¿Qué se ha hecho mal?
¿Es un fatum moral el que nos lleva a eso cíclicamente? ¿Cómo evitar que la
tentación dictatorial afecte el modus de un gobernante?
Ya hemos visto que con
variantes, han llegado al poder en América Latina dictadores de derecha y de
izquierda, civiles y militares y ya desde los años 40 Octavio Paz nos advertía
sobre lo que él llamó “la peste autoritaria” que en el caso de los dictadores contemporáneos también
llamó “ogros filantrópicos” En los años 40, aún sin haber
conocido la revolución cubana y estallado la ola de guerrillas de izquierda y
gobiernos populistas que ésta generó y de la cual el ejemplo más señero es la “revolución” de Chávez ya Paz hablaba de las dictaduras y alertaba que no importaba su
signo político y establecía un parangón entre la dictadura de Stalin y las dictaduras
mexicanas para establecer que el denominador común entre ellas es la del ogro
filantrópico y totalitario sin importar su signo ideológico y que todas están
orientadas a formar ciudadanos sumisos e incondicionales, o sea, esclavos a su
servicio, a los cuáles él guía y defiende en la lucha contra un peligro que puede acabar con la República y la paz y el bienestar de "su pueblo" al que mantiene debiéndole siempre "los favores recibidos" y esperando por las constantes promesas.
¿Se puede pensar que Chávez y el chavismo hacen alguna diferencia?
Algunos analistas, sobre todo aquellos que
vienen del chavismo y ahora militan en el anti madurismo, pretenden exculpar a
Chávez poniéndolo como el gran filántropo traicionado por Maduro.
Pretenden decir que como fue electo democráticamente, en un primer momento, no es un dictador. Olvidan
estos analistas que en el siglo XX se instauró un nuevo tipo de dictadura ( le
dicen dictablanda, pero ¿cómo ponderar eso? ) que no es otra que aquella que
genera un estado de corte presidencialista que otorga demasiado poder al
presidente a través de las prerrogativas supra constitucionales ( indultos,
partidas secretas, leyes habilitantes, control de cambio…) Un reyecillo. Así se han
comportado como seudo dictadores muchos los presidentes que hemos tenido a lo
largo de la historia republicana en América Latina, elegidos o llegados al poder mediante un golpe, que es a mi juicio, la única diferencia.
Con estas
prerrogativas especiales se genera un protagonismo excluyente ( Chávez llevó a
extremos fatales para el país y su unidad. Sólo dos ejemplos: a. la
inhabilitación, que no fue cesantía, de más de dieciocho mil trabajadores de la
industria petrolera y b. la condena a la jueza Afiuni en una cadena de
televisión, sin juicio) van minando la
institucionalidad con sus antojos, se va abriendo paso a la manipulación de los poderes y la gestión de
éstos se empieza a ver plegada a las decisiones del “rey” minando la
eficacia operativa de los órganos del estado y su separación del Gobierno,
dejando el camino libre a la corrupción.
Amparados
en este tipo de Estado y en las prerrogativas que le otorga al presidente,
todos unos en mayor medida que otros en cuanto llegan al poder van poco a poco
corrompiendo la institucionalidad para su beneficio y poder actuar impunemente.
De esta manera, Chávez
fue tan dictador como lo es Maduro y si no llegó a sus niveles de barbarie es
porque no tuvo tiempo. Maduro, no es más que el colofón, el pico más alto, la
punta del Iceberg de un proceso que empezó con las repúblicas y alcanza su
punto más alto con Chávez y Maduro. ¿Aprenderán las naciones? Es triste pensar
que no. Por lo pronto apelaría al menos por la modernización del Estado, un
Estado que limite la actuación del presidente. Tal vez tanto entorchado,
medallas y espadas de Bolívar los envilecen. Empecemos por los símbolos y
avancemos más allá.
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