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domingo, 25 de enero de 2015

DIEGO ARMANDO SALAZAR, un cura capuchino en el Delta del Orinoco.


Diego Armando Salazar es coprotagonista de la pelícua LO QUE LLEVA EL RÍO ( en Venezuela, DAUNA, Lo que lleva el río) que tendrá su estreno mundial en la Berlinale, en la exclusiva sección NATIVe, el 17 de febrero de 2015.

 Cuando aparece en la película, tiene unos cuarenta años y declara que lo deja todo y se va, deja la iglesia para  llevar la vida de un hombre común.  Casi inmediatamente le vemos mucho más joven  y  amigo del padre de Dauna, su informante antropológico, a quien  confiesa en una de las sesiones de trabajo que ha ido al Delta buscando reencontrarse con su fé. El sabio hombre indígena le dice una sentencia que lo deja perplejo:  "Muchas veces, cuando buscamos desesperadamente un cambio, en realidad estamos huyendo de algo"   Había llegado al Delta recién ordenado sacerdote con veinticinco  años aproximadamente.
Así empieza la presentación de este personaje en LO QUE LLEVA EL RÍO ( en Venezuela, DAUNA. Lo que lleva el río)  que interpreta el joven actor de teatro, cine y televisión Diego Armando Salazar y así se presenta el que será su mayor conflicto: escapar.  No debo decir ahora de qué está escapando el padre Julio. Lo dejo para que lo descubran en las salas cinematográficas. Sólo les diré que este hombre está marcado por una condición y ahí radica su gran conflicto.

A Diego, lo habíamos visto en Cenizas Eternas (de Margarita Cadenas), Habana Eva ( de Fina Torres), también en telenovelas y mucho teatro y nos llamaba la atención su gran capacidad de transformación en escena.  Más joven, más viejo, moreno, rubio según el personaje pero siempre con la expresión corporal adecuada, siempre diciendo muy bien y sinceramente sus parlamentos. Diferente cada vez.   Parecía el que necesitábamos, un actor que pudiera ir desde los veinticinco años a los cincuenta y cinco a lo largo del filme, con una dificultad adicional: el montaje de la película lleva saltos cronológicos por lo que su transformación etaria no la ve el espectador de forma ordenada.  Era necesario entonces que siempre se pudiera reconocer al personaje en sus distintas edades. 
El actor y amigo Dimas González, quien sería el preparador  de los actores indígenas, me lo recomienda y me da sus teléfonos. Veinticuatro horas después, estaba ante mí. Buena primera impresión a la que agregaba unas sonoras carcajadas y una decisión sin espacio para las dudas.   Tienes que aprender el idioma warao, le dije. ¡Pues le echamos piernas! fue su respuesta con una sonrisa valiente. 
Había otros candidatos para el personaje y yo tuve que viajar al Delta con Dimas González y Daniel Ramírez, mi jefe de casting, para escoger a los primeros candidatos a los personajes indígenas. Quedaron encargadas las productoras Adriana Herrera e Isabel Lorenz de llamar a los cinco candidatos y filmarles una pequeña escena de su personaje y enviármelo por correos electrónico para que pudiera ir tomando decisiones.  Al fin nos decidimos por Diego y éste comenzó a prepararse para el segundo obstáculo que le imponía este personaje y que era nada menos que aprender warao.
Teresa Farrera,  la traductora del guión del español al warao, sería la encargada de enseñarle los fonemas y su pronunciación.  Tenía largos parlamentos en ese idioma con una carga emotiva fuerte por demás.  Esto  implicaba saber qué decía con cada frase y darle la intención que merecía.  Fueron días de trabajo diario para él y Teresa y me sorprendió en uno de  mis regresos del Delta, con un saludo en warao y diciengo los textos de forma magnífica.  Le echó piernas, como me prometió y lo logró.
El rodaje en condiciones difíciles, sobre todo para personas de ciudad como nosotros en el hábito de andar por tierra firme, tuvo momentos de verdadera tensión.  Fueron siete semanas a más de cinco horas río abajo, casi llegando al mar en las comunidades deltanas de Jokabanoko y San Francisco de Guayo. Pero Diego lo convertía todo en una fiesta.  Siempre tenía un chiste, una carcajada, una frase cariñosa para sus colegas de escena. Terminaba una toma y me miraba serio con ojos interrogantes y yo le hacía una seña de confianza y satisfacción. Momento para la salida ingeniosa, el chiste y alegrar el ambiente. Diego, aparte de excelente y dedicado actor, es el colega que todos deseamos tener.
Gracias Dieguito. Sólo espera por los aplausos.

















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